Hacia la mitad de El misterio de la felicidad , cuando parte de la intriga que plantea el desarrollo del film empieza a resolverse de manera algo abrupta, mostrando transformaciones en los personajes principales que no responden a una evolución dramática demasiado coherente, es imposible no preguntarse qué pasó. Cómo Daniel Burman partió de una premisa interesante, rica en situaciones tanto humorísticas como dramáticas para llevarla a un territorio que desnuda las carencias de un guión que en lugar de fluir se demora en episodios que no consiguen hacer avanzar la trama. Todo comienza en una entretenida secuencia de presentación de los personajes centrales, Santiago (Guillermo Francella) y Eugenio (Fabián Arenillas). Amigos y socios de toda la vida ambos estructuran su vida alrededor de su negocio y sus hobbies, pero sobre todo alrededor de una complicidad que no requiere palabras para expresarse. Se ve que Santiago y Eugenio aman las rutinas tanto como ganar los torneos de paddle y buscar tipos en el Veraz.
Sin embargo, las apariencias engañan y mientras Santiago está más que satisfecho con su existencia a Eugenio no le pasa lo mismo. Y por eso, de un día para otro, desaparece dejando el negocio, a su mujer Laura ( Inés Estévez) y, claro, a Santiago, que no puede entender ni aceptar lo que está sucediendo. Que su socio le ocultara algo tan esencial como sus sueños. Y así el interesante aunque rígido esquema del comienzo con Francella y Arenillas usando cada parte de sus considerables talentos actorales para hacer de estos dos hombres y su relación un enredo de amor, celos y anhelos, se transforma en una especie de comedia romántica. Para eso, el personaje de la mujer abandonada, de esa señora que funciona a tracción a pastillas, debe cambiar prácticamente de una escena a la otra. De la rival insoportable, parlanchina y algo tonta o atontada que Estévez interpreta con solvencia, pasa a ser una mujer en busca de una salida a su achatada existencia que hasta despliega un costado seductor que atrae a Santiago. Forzado, apoyado en pasajes que no se justifican con el resto de la trama, el acercamiento de Santiago y Laura deja pasar las más interesantes aristas que surgen en la búsqueda del fugado Eugenio.
Acá, como sucedía en el film anterior de Burman, La suerte en tus manos, en tren de explorar el universo masculino, el director y guionista parece abandonar el femenino a un negativo repleto de clichés y prejuicios que hacen muy difícil de reconciliarlo con la historia de amor y autoconocimiento que elige contar.