El cine de Daniel Burman es un cine antropológico, de detalles y de inmiscuirse en comunidades que conoce hasta el hartazgo, algo que en sus últimas películas se ha ido diluyendo para dejar el lugar a la focalización de duplas a las que les genera universos particulares para que interactúen entre sí (piensen en “Dos Hermanos”, “El Nido Vacío”, “Derecho de Familia” ó “La suerte en tus manos”).
En “El Misterio de la Felicidad”(Argentina, 2012) hay que superar el inicio, simil spot publicitario de préstamos de bancos para encontrarse con la historia del encuentro de dos mundos opuestos a partir de la desaparición de un tercero.
La reunión será entre Santiago (Guillermo Francella) y Laura (Inés Estevez), que aunarán sus fuerzas luego que Eugenio (marido de Laura y socio de Santiago), desaparezca inesperadamente de sus vidas y rutinas.
Juntos tratarán de recapitular las últimas horas del “desaparecido” para poder encontrar una respuesta a todas las preguntas que aún permanecen sin respuestas (¿Por qué desapareció?, ¿Qué intereses tenía?, ¿Dónde está? ¿Con quièn?).
El director trabaja sobre la idea del suceso imprevisto como disparador de la acción para luego concentrarse en la transformación en la percepción de la mirada sobre el otro a partir de un hecho inesperado.
Una “masajista” (Silvina Escudero) le hará notar a Laura que su marido era mucho más que lo que la rutina del día a día le mostraba, y Laura le demostrará a Santiago que todo lo que él creía sobre su Eugenio eran meras suposiciones.
La ciudad de Buenos Aires será el marco en el cual se contarán las anécdotas que irán hilvanando el largo anecdotario y que desplegará una realidad oculta para los protagonistas hasta el momento: ninguno conocía en profundidad a su socio/esposo.
Una serie de participaciones secundarias (María Fiorentino, Alejandro Awada, etc) además irán complejizando la interacción entre Laura y Santiago, quienes arrancarán con un comienzo difícil, conflictivo, pero que de a poco develará más coincidencias que desencuentros.
La postergación de sueños, la exacerbación de la rutina como modo de vida, el escapar de una zona de confort para “ser” y el sacrificio que en oportunidades conlleva la amistad y las relaciones en general, le dan a Burman la posibilidad para profundizar un análisis concreto sobre los vínculos en la actualidad.
La “otredad”, aquella que completa al ser, vista con una lupa para demostrar que la única verdad que conocemos sobre los que nos rodean es aquella que nos quieren revelar. “A veces una mujer es un buen lugar para encontrarse con un hombre” dispara desde la pantalla uno de los protagonistas, para demostrar que esa verdad encierra mucho más que el misterio de la felicidad.
Filmada con sobriedad, precisión y un guion que intenta todo el tiempo mezclar drama y humor, la madurez de un realizador siempre es bienvenida, como en este caso.