Un asesinato en el pasado dispara un misterio en el futuro, y viceversa. La originalísima “Misterio en el Soho” mezcla dos líneas de tiempo situadas en el barrio de Soho (Londres). Su responsable es Edgar Wright, dueño de una importante fanbase de cinéfilos que resguarda el buen gusto por el cine de autor. Y allí está Wright, un esteta consabido, llevando a cabo su explícito homenaje al cine giallo. Su sobrenatural mezcla de estilos, pericia técnica mediante, resulta una aventura emocionalmente envolvente. Ambiciosa y no despojada de irregularidades, su arrojo resulta un acto celebratorio, en tiempos donde la degradación del cine genérico prolifera en la cartelera. Dueño de un sello visualmente arrollador, el cineasta realiza un manejo de cámaras que juega con las perspectivas del personaje y del propio espectador. Por momentos, su instinto recuerda al del mejor Roman Polanski en “Repulsión” (1965), en otros al Brian De Palma de “Vestida para Matar” (1982). Sedientos de sangre, buscamos rastros del inmortal Dario Argento y su “Phenomena” (1985). Deslumbrante, nos invade la elegancia de una puesta en escena onírica. Mérito del director de “Baby Driver”, alabado musical encubierto en violento cine negro, pareciera ser la especialidad de la casa el hecho de tergiversar los límites del género abordado. En “Misterio en el Soho”, un flow de imágenes pergeña un viaje en el tiempo. Escindida la realidad, es la sensualidad y nostalgia de los años ’60 la forma elegida que acaba por comprarnos. Una vez que caímos en la trampa, vira el argumento al truculento terror. La mezcla de color y movimiento consigue pasajes francamente evocativos. Poderoso mecanismo mediante, este ejercicio de thriller examina las claves de su intriga con dispar suerte, no obstante el recurso meta narrativo ensaya una próxima vuelta de tuerca. Perverso y deslumbrante tour de forcé por la calle más oscura, bajo notorias influencias que no ocultan su lado lyncheano, puede esta radiografía psicológica sobre una extraña inserta en la gran ciudad reflexionar acerca de la sensación de ajenidad con notable ambigüedad. Realismo mágico, una suculenta dosis de fantasmagoría y una firme creencia en lo paranormal conforman el menú de este portentoso laboratorio visual.