LA NOSTALGIA DE LO NO VIVIDO
Edgar Wright es un apasionado del cine, su valor radica en que no hace falta escucharlo en entrevistas, sino que se observa en sus películas. Criado entre blockbusters y películas de terror, los “vhs nasty”, ese cariño y admiración que suelen jugarle una mala pasada a cualquier realizador al querer homenajear por sobre lo que está narrando, pero no es el caso del director inglés. Wright, al igual que Tarantino, corresponde a aquella primera generación de directores que consumen cine de una manera más democrática mediante el vhs. Si los clásicos se nutrieron de la literatura, la generación del 60 y 70 de la televisión y la educación cinematográfica, los 80’s, sumado a lo anterior, permitía alquilar cualquier película, pero no solo de la actualidad, sino la posibilidad de acceder al pasado. Un tiempo, un callejón que se visita en El misterio de Soho.
Eloise es una joven amante de los 60 que deja su pueblo para estudiar diseño de moda en Londres, idealizando lo que ha visto en revistas de su abuela, la música, el estilo, se termina topando con una capital donde poco y nada ha quedado de aquella época. Pero tiene la particularidad, digámosle poder o don, de que, al momento de irse a dormir, se traslade a la década de sus sueños encarnando a Sandie, una mujer atrevida, fina, sensual, talentosa, la suma de sus fantasías.
Wright aborda la nostalgia, aquella memoria selectiva por el pasado, en alguien que no lo ha vivido, pero ha idealizado al no encajar en un presente que la rechaza como en el caso de sus compañeras. Eloise se siente maravillada, se refugia entre las luces de neón, y las aventuras que experimenta como Sandie. Pero a su vez empezará a vivir su lado negativo, siendo presa de un sueño que noche a noche se torna en pesadilla y que también afecta su realidad.
Se encuentran paralelismos con Medianoche en París, pero Soho dialoga más con Había una vez en Hollywood…, no solo compartiendo contexto histórico, sino que además en la mirada de ambos directores sobre un mundo que no vivieron, pero aprendieron de ello mediante el entretenimiento de la tv y el cine. Mientras Tarantino decide reescribir la historia, Wright disfruta, pero también padece lo que en la película se menciona como “visiones del pasado”. Y que al igual que Dorothy en El mago de Oz o Marty McFly: “There’s no place like home”.
Un thriller bien desarrollado cuya media hora final se transforma en un gran terror, y con dos muy buenas interpretaciones como es el caso de Thomasin McKenzie y Anya Taylor-Joy. La primera haciendo méritos en un papel que exige bastante, y la segunda que -debo reconocer- que siendo la primera vez que la veo actuar, se justifica el reconocimiento que está teniendo, no solo desde la interpretación, sino de la presencia que transmite.
Por su parte Wright aborda un género del que se proclama fan, siendo espectador, riéndose con él como en Muertos de risa, pero en El misterio de Soho se adentra en el mismo, utilizando varios elementos estéticos de Dario Argento y su obra más reconocida: Suspiria. Un director que puede variar de producciones y géneros, pero que lo veremos cercano a protagonistas rechazados, nostálgicos (siendo la música una gran herramienta), pero que en vez de hundirse en un tiempo mejor, asumen el presente así de peligroso y divertido como puede ser.