Agustín Toscano conoció premios y halagos internacionales con esta película que escribió y dirigió. Que tuvo su origen en un lejano hecho violento que sufrió su madre, que fue arrastrada por un motoarrebatador que intentaron robarle su cartera. Años después, cuando ese tipo de delincuentes se transformaron en la “encarnación del mal” en su Tucumán, y proliferaron los vecinos que ejercen la justicia por mano propia, con igual violencia, decidió realizar su obra, con una visión personal y profunda. El florecer de una relación políticamente incorrecta entre un delincuente arrepentido, padre de un hijo, en situación de calle y una victima del atraco que resultó mal herida y con pérdida de la memoria. Y lo que nace como un aprovechamiento de una situación que le permite al ladrón, a cambio de cuidados para una mujer herida y muy solitaria, instalarse en su casa y gozar de una vida a la que no tiene acceso, tener una relación especial. Una que crece con humor, sentimientos, culpa y un pasado violento que lo acosa y pone en peligro. El director contó con dos grandes actores Sergio Prina y Liliana Juárez, capaces de dar vida, con muchos matices a estos dos desvalidos personajes, perdidos en sus soledades.