Encuentro personal
Primera vez que el cine nacional toca un tema tan mencionado en los medios de comunicación: los motochorros. Y lo aborda de manera inteligente, a través del encuentro de dos personas necesitadas, el que roba y el robado. De esta manera la primera película en soledad de Agustín Toscano (antes dirigió Los dueños junto a Ezequiel Radusky) evita cargar de negatividad al ladrón, presentándolo como una persona de carne y hueso.
El film parte de un tema de actualidad al presentar la historia de Miguel (Sergio Prina), un joven ladrón que se arrepiente del robo realizado y transita un camino de redención al empezar un vinculo con Elena (Liliana Juárez), la damnificada. Miguel puede hacerlo porque Elena perdió la memoria al caer al suelo tras el arrebato. Se presenta en el hospital como un familiar y empiezan ambos una relación madre e hijo.
La historia transcurre en un contexto particular: En diciembre de 2013, la policía de Tucumán está en huelga producto de un conflicto salarial. Hay saqueos en comercios y casas de familia, una crisis social con ausencia de la ley. Toscano dota de humanidad a sus personajes, seres marginados igualados por la crisis y, si bien primero se enfrentan, luego se necesitan mutuamente. Hay un gran trabajo de los actores (oriundos de Tucumán al igual que el director) que hace funcionar la construcción del vínculo.
La película está narrada desde el punto de vista de Miguel para indagar en los motivos que lo llevaron a cometer el delito. El espectador accede a su vida, la relación con su hijo y su falta de hogar luego de ser echado por su ex mujer. Las escenas de los saqueos en comercios cubren a los personajes de un manto de piedad, víctimas de una tragedia social que los excede como si se tratara del neorrealismo italiano.
La banda sonora elabora con el sonido ambiente un clima de suspenso expectante en todo momento. Con pequeñas piezas sonoras y una música que busca generar atmósferas, nos anticipa siempre el factor tiempo, fundamental para marcar el contrarreloj que vive el protagonista. Mientras el vínculo afectivo se fortalece y cada uno rearma sus vidas, el pasado amenaza con poner fin a las nuevas identidades.
El motoarrebatador (2018) es una película muy bien lograda desde la historia mínima que cuenta, a través de la empatía que generan los personajes y un sólido trabajo expresivo desde los rubros técnicos, además de animarse a una problemática social en boga desde una óptica diferente a la que vemos a diario.