Dura alegoría con ecos actuales
Breve, singular y terrible drama alegórico ambientado en años previos a la Organización Nacional, y desarrollado como una serie de cuadros inquietantes, "El Movimiento" propone repensar algunos aspectos de nuestra naturaleza política: el uso de grandes palabras y aspiraciones nunca concretadas, la obstinada convocatoria al "cheque en blanco" para enfrentar a los inasibles "enemigos de la Patria", la locura cruel de los conductores, la malicia de sus asistentes, la docilidad e ignorancia de los seguidores, el modo en que alguna gente puede interpretar un gesto del político, justificando lo injustificable.
Muy buena, en ese sentido, la resolución de la película, donde varias personas cuentan a cámara lo que acaban de presenciar, como si fuera un hecho del presente, mientras detrás pasan algunos vehículos. La acción, sin embargo, transcurre en 1835, año en que, después de acallar a los opositores, Juan Manuel de Rosas terminaría asumiendo el Gobierno con la suma del poder público. En ese 1835 ubica el autor tres figuras representativas: un oficial joven buscando algo en la pampa seca, un coronel con ganas de descargar en alguien sus neurosis, y, sobre todo, un civil aparentemente bien vestido, bien educado, de buena labia y mucho nervio, que requiere adherentes para defender al Movimiento. Carismático, estamos dispuestos a creerle. Hasta que empiezan los aprietes, el doble discurso y el tendal de víctimas.
Pablo Cedrón le da a este personaje una fuerza notable, con fuego en los ojos y resabios de otras voces en su voz. De ese modo nos recuerda a ciertos caudillos que supimos tener. Benjamin Naishat ("Historia del miedo") expone sus métodos, y lo hace de un modo perturbador, como un Glauber Rocha de las pampas, apelando a modos experimentales de montaje y sonido, y a una fotografía en blanco y negro sobre formato cuadrado que contribuye a darnos la impresión de estar de veras frente a la vieja historia (nombre a tener en cuenta: Yarará Rodríguez, la directora de fotografía).
Dato interesante, esta película se hizo en cuatro meses, con sólo diez jornadas de rodaje, aprovechando un espacio y un dinero inicial del Jeonju Cinema Project, de Corea, y funciona además como precalentamiento de otra que Naishtat tiene en gateras: "Rojo", sobre la aceptación de la violencia ejercida en los 70 por patotas, parapoliciales y grupos políticos, época en que Piero cantaba, con dolor, "que a mi patria la fundaron/ a golpes y machetazos".
Aclaración de índole histórica: el loco del comienzo se inspira en el coronel Ramón Bernabé Estomba, héroe de la Independencia en numerosas batallas a las órdenes de Balcarce, Belgrano y Bolívar, hombre de Lavalle, creador de cuerpos de caballería y del fuerte que dio origen a Bahía Blanca, pero que en algún momento desarrolló demasiada manía persecutoria, cometió masacres y terminó encerrado en un loquero. Esa es la palabra que define al manicomio de antes, y también al país.