Angel (Diego Gentile) realiza trabajos publicitarios con modelos; se encarga de que todas sean rigurosamente jóvenes y despampanantes, e inevitablemente las acosa. Es, al mismo tiempo, un padre de familia, pero una noche queda con su auto varado frente a un pub donde lo atienden mujeres vampiro, y tras un par de mordidas (y alucinaciones bastante efectivas) pasa a ser un muerto vivo, y su mundo habitual –obvio– se desmorona. Para resumir, una cofradía de sacerdotisas le hace cobrar a Ángel una vida de misoginia y engaños matrimoniales.
Bien costumbrista, la comedia gótica de Fabián Forte (Socios por accidente 2, Mala carne) tiene altibajos; momentos en los cuales el bizarro trash se pasa de rosca y otros donde el humor paga.
Son destacables las actuaciones de Gentile y Damián Dreizik (en el personaje de Eduardo, el socio de Ángel), y escenas desopilantes en el entorno familiar. Por ejemplo, las reacciones de la pequeña hija, quien intuye que su papá es un monstruo, en contraste con las de Lucila (Moro Anghileri), que más bien parece ajena al olor a muerto de su marido. Aquellas partes hacen un buen mix, suerte de Alex de la Iglesia a la argentina; pero lamentablemente son escasas en el film.