Una novela de caballería.
El Muerto y Ser Feliz, nueva obra del español Javier Rebollo, es un film raro, de aquellos que surgen de la unión de diversos componentes para concretar una historia que pareciera ser automatista e inconsciente.
El film narra el fatídico presente de Santos (José Sacristán), un supuesto matón a sueldo que ya en sus últimos años no le puede hacer daño a nadie. Encima es adicto a la morfina debido a sus tres tumores y va huyendo de un lugar a otro buscando un destino que nunca encuentra. De casualidad, se subirá a su auto Érika (Roxana Blanco), una mujer de mediana edad que también se encuentra en una situación complicada, por lo que lo acompañará en un largo viaje sin rumbo a lo largo de miles de kilómetros por distintos puntos de Argentina.
La película está narrada constantemente por una voz en off que va detallando cada hecho que transcurre, como una especie de ser superior que lo sabe todo y se lo enuncia al espectador. Aunque por momentos se torne un poco denso, resulta un interesante recurso narrativo. El Muerto y Ser Feliz construye una esencia mítica para su protagonista: nunca se sabe si lo que hizo Santos es cierto o si nunca sucedió, todo parece instantáneo. El personaje de Sacristán -que por cierto concreta una actuación sobresaliente- es una especie de antihéroe de una novela de caballería, bien al estilo de Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, y Érika -en este caso- cumpliría el papel de su Sancho Panza, del compañero que necesita para encontrar su aventura y su destino.
La obra de Rebollo también cuenta con importantes referencias a la Nouvelle Vague francesa, en sintonía con el realismo de los films de Eric Rohmer o más precisamente las primeras películas de Jean-Luc Goddard como Pierrot el Loco, denotado en un maldito leitmotiv que enuncia cada movimiento sospechoso y en las arduas persecuciones y la aparición de personajes extraños en el relato. El Muerto y Ser Feliz cuenta con imponentes planos que retratan las diversas locaciones del film. También es destacable el importante uso del sonido, que entre la voz en off, la de los personajes y la sonoridad ambiental, generan una gran distribución dramática a partir de lo que se va escuchando.
En líneas generales, hay que decir que tras La Mujer sin Piano, este nuevo film de Rebollo es una obra muy interesante: a través de una sofisticada historia, deja en su legado el mito de Santos en una intensa road movie que entre recursos cinematográficos y de novela de caballería constituye un trabajo digno de ser visto.