¿Cómo se monta una ciudad en el medio de la nada o, dicho con precisión geográfica e histórica, sobre extensas canteras de granito ubicadas a cien kilómetros del Montevideo de fines del siglo XIX? Con esta pregunta en mente, Sebastián Martínez reconstruye en El mundo entero el origen de Piriápolis y la excéntrica vida de su fundador Francisco Piria. A diferencia de la célebre ciudad balnearia uruguaya, el largometraje se erige sobre un suelo varias veces transitado, en este caso por recopiladores de leyendas y/o de datos duros.
La intención de abordar obra y autor queda clara apenas comienza la película, con una voz en off que lee un fragmento de El socialismo triunfante. En esta novela de anticipación publicada en 1898, el mismo Piria imaginó que un contemporáneo –un tal Fernando– se trasladaba al Uruguay de 2098 y corroboraba la permanencia de Piriápolis, localidad cuyo fomentista «había bautizado con ese nombre, algo petulante, pues pretendía con ello perpetuar su memoria».
De esta manera, Martínez incorpora a Don Francisco en la lista de fuentes consultadas para el film: historiadores, biógrafos, alquimistas, descendientes del empresario o emprendedor montevideano de origen italiano, administradores del Argentino Hotel. Vale señalar al pasar, este edificio monumental es sede tradicional del Festival Internacional de Cine Piriápolis de Película y escenario principal de la inolvidable Whisky que los uruguayos Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella dirigieron quince años atrás.
El realizador compagina capturas de la Piriápolis actual con la exhibición de maquetas, y con fotos y cortometrajes de archivos públicos y privados. De esta manera recrea el viaje en el tiempo que Piria describió en su libro y da cuenta de la perennidad de «la sublime utopía» de este «soñador».
A partir de la fotografía de Diego Poleri y de la música original de Hernán Kerlleñevich, Martínez explota las vetas misteriosa y esotérica del personaje retratado, y así toma distancia del documental ortodoxo, meramente didáctico. El summum de este desvío lúdico aparece justo en la mitad del largometraje, con la recreación de un ritual milenario vinculado a la alquimia.
Pasaron diez años desde que algunos espectadores descubrimos al guionista y director argentino a través de un trabajo anterior, que se proyectó en el 12º BAFICI. Centro se titula aquel registro riguroso de la vida porteña acotada a las inmediaciones de las peatonales Lavalle y Florida. Ese mismo espíritu meticuloso se manifiesta en El mundo entero, con mayor sensibilidad estética.
La nueva película de Martínez enriquece la relación entre el séptimo arte y la arquitectura y/o urbanismo, sociedad artística que inspiró la programación de una sección acorde en numerosos festivales de cine. Por el uso de recursos narrativos propios del relato fantástico, el film también sabe llamar la atención del público aficionado a las aventuras ambientadas en el cada vez más lejano siglo XIX.