La penúltima partida
Una doble partida atraviesa el universo de El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina, del realizador Stephan Komandarev, basada en la novela homónima de Ilija Trojanow (también guionista del film): la del retorno a los orígenes de la infancia del protagonista Sascha (Carlo Ljubek) y la de un juego de backgammon que funciona como alegoría del relato.
Tras un traumático accidente automovilístico en Alemania, en el que pierden la vida sus padres, el joven Sascha padece de amnesia retrógrada, o sea que no puede recordar ningún hecho anterior al momento del accidente. Por lo tanto, desconoce su identidad, su historia, sus experiencias del pasado, así como a su abuelo Dai Ban (Miki Manojlovic), quien va a rescatarlo desde su Bulgaria natal, convencido de que su nieto recuperará la memoria y terminará curándose.
Pese a la ceguera de los médicos, quienes consideran que los métodos pocos ortodoxos del viejo perjudicarán al paciente, Dai Ban persiste y lo persuade para que juntos inicien un viaje en una bicicleta de doble pedalera desde Alemania hacia Bulgaria por una simbólica ruta de la seda en la que deberán enfrentarse a obstáculos y conocerán diferentes personajes como María (Dorka Gryllus), una atractiva húngara, elemento romántico de la historia.
El viaje iniciático en bicicleta como metáfora de la vida entronca con la presencia del azar y de la estrategia, que son los elementos constitutivos del juego del backgammon (propio de la zona de los Balcanes de donde es originaria la película).
Asimismo, las etapas que se desarrollan en el viaje se conectan por un lado con las instancias del juego en el tablero y por otro con los repentinos recuerdos que pasan fugaces en el camino de reconstrucción de la memoria. No obstante, hay otra memoria en el ruedo, es la del pasado que interrumpe fragmentariamente en el relato y divide la trama en dos tiempos: la vieja Bulgaria en pleno período estalinista donde los padres de Sascha debieron emigrar junto a su hijo a Italia y transformarse en refugiados y el presente de Europa tras la caída del comunismo, mirado desde una perspectiva histórica y política.
Stephan Komandarev dirige con solvencia esta road movie, mezclada con melodrama familiar sumida en una historia de auto superación y aprendizaje –el viaje lo es- con un adecuado uso de humor, reflexiones filosóficas y sensibilidad sin rayar en sensiblería gracias al buen desempeño del dúo protagónico.