Amores, excesos y un Hoffman memorable
Después de «Pequeño gran hombre», «El graduado», «Los perros de paja», «Tootsie» y tantos otros clásicos, se podría pensar que Dustin Hoffman, por más que se esfuerce, no puede volver a sorprender. Pero este gran actor se supera a sí mismo, y en «La vida según Barney» ofrece un trabajo memorable, tanto en caracterización como en profundidad, al interpretar al ex policía judío de alta incorrección política que se desvive por aportar algún tipo de guía espiritual a la desequilibrada y excesiva existencia de su hijo, especie de hippie descarriado convertido en famoso productor de la TV canadiense.
Claro, este personaje es el Barney del título, e interpretado por Paul Giamatti es el protagonista del film, no Hoffman, que tampoco juega a robarse la película cada vez que aparece, sino que se integra perfectamente al elenco en cada escena (también actúa Jake, el hijo de Hoffman, personificando a su nieto, pero por razones argumentales los dos nunca aparecen juntos en una misma escena).
Basado en una novela de Mordecai Richler (legendario escritor canadiense) «Barneys version» cuenta con todo detalle las terribles desventuras afectivas del personaje de Giamatti, por suerte mitigadas con algunos logros esporádicos pero gloriosos. No se sabe quién es más desbordado, si el talentoso actor o su excesivo personaje, pero de todos modos esta comedia dramática, con momentos de humor negrísimo, narra con notable pulso los tres casamientos de este productor televisivo metido en líos de todo calibre, incluyendo una acusación de homicidio. Básicamente, la película es una historia de amores y desamores, condimentados con chistes de drogas, dramas con drogas, borracheras descomunales y un riquísimo retrato de la sociedad judía de Montreal de mediados de la década de 1970.
El punto culminante del film es el momento en el que el productor que encarna Giamatti conoce al gran amor de su vida, exactamente en su segunda fiesta de casamiento. Esta larga escena de una boda judía no tiene desperdicio -y es una de los ocasiones en las que Hoffman se luce asustando a la esposa del Gran Rabino con cuentos obscenos-, con un gran momento de comicidad musical y ambientación de época: la banda de música tradicional judía, impecablemente vestida con trajes y kipá, va evolucionando con los excesos de la fiesta y de golpe está tocando clásicos funky de James Brown.
«La vida según Barney» tiene muchas cualidades y un par de defectos graves. Es demasiado larga (135 minutos) y al final le cuesta mantener el tono corrosivo propio del autor de la novela original. Una pena, ya que durante la primera hora y media se sostiene brillantemente, pero se puede suponer que el director encaró el proyecto con el mismo espíritu excesivo de su protagonista. Todo no se puede, pero esto no impide que se pueda recomendarla, y no sólo por el trabajo increíble de Dustin Hoffman.