Seré honesta si digo que desde que viera el trailer de Barney's version, título original del estreno de esta semana, no me llamó demasiado la atención. Pero considerando que hay tantas historias simples en el mundo del cine que terminan siendo una verdadera gloria y de que Paul Giamatti era el protagonista me picó la curiosidad. Giamatti es uno de esos actores que uno reconoce casi como el secundario de turno, pero que indudablemente el cinéfilo sabe que ha hecho cosas más que interesantes. Son esos actores querendones, uno de esos cuyos personajes siempre se arreglaron para conquistarnos de alguna manera.
Esta vuelta Barney Panofsky es la excepción que confirma la regla. Es uno de esos tipos que toda mujer no desearía de marido, borrachín, desconsiderado y un tanto atormentadamente inseguro. Pero el problema de esta historia, basada en la novela homónima del Canadiense Mordecai Richler, no es tanto el personaje en sí, sino que los 134 minutos que dura el film se hacen extenuadamente larguísimos. Y cuando eso pasa es que el guión ciertamente no funciona; al menos para mí ya que otros la han puesto como un film imperdible.
Es que veamos, empieza la cosa percatándonos de que Barney es un medianamente exitoso guionista de una serie televisiva y que en algún punto de su pasado se lo ha inculpado de un crimen del que parece haber salido aireoso para la opinión pública pero no para el investigador de turno (Mark Addy). De ahí comienzan a darse los infaltables flashbacks que nos cuentan finalmente quien fue el muerto en cuestión mechado con los tres diferentes matrimonios que tuvo el protagonista. Y eso es todo amigos. No hay diálogos extremadamente inteligentes aunque se hayan empeñado en intentarlo, no tiene un sello de dirección personal aun cuando uno intuye querer semejarse a un estilo por momentos Woodiano (si me permiten el neologismo) y la narración termina por tener tantos viavenes entre comedia infructuosa y drama moralista que no atrae. Cuesta como espectador someterse a lo que nos cuentan, uno termina por no identificar nunca con nadie, y aun cuando las problemáticas matrimoniales y humanas por las que pasa el pobre de Panovsky pueden ser tan cotidianas y reales como la de cualquier hijo de vecino, su tratamiento termina siendo tan mezquino y frío que honestamente uno no ve la hora que termine la cosa. Ni que hablar cuando llega esa última media hora en que el guión pega una voltereta tan manipuladora que más que lograr hacernos llorar de emoción y desconsuelo termina lográndolo por fastidio.
Si en algún punto el film tiene sus aciertos, indudablemente serían las actuaciones. Giamatti logra de alguna manera salir bien parado en remar dentro de este dulce de leche de guión al igual que los demás, en especial un Dustin Hoffman que- aunque personalmente y por cuestiones fuera de cámara me cae medio pesado- reafirma que es un grande que puede hacer bien cualquier papel que le planten por delante. De hecho la única escena que me parece muy bien lograda en todo este film es el de la cena, y todo gracias a este actorazo. Sin cerrar como comedia ni como drama absoluto, La vida según Barney puede gustar algunos y ser la pesadilla de otros, una película que a pesar de sus muchas nominaciones en distintos festivales y entregas de premios no hace el oasis que uno esperaba. Una de esas opciones más bien para la comodidad del hogar que para el desembolso de una visita al cine.
Curiosidades: viendo al que personifica al hijo de Giamatti en el film y encontrándole un rostro realmente familiar me vengo a enterar que es el hijo de Dustin Hoffman, Jake Hoffman, ¡qué tul! ¡realmente son muy parecidos!