De la mano de la realizadora de la gran “XXY” (2007) y de la no tan gran “El Niño Pez” (2009), llega, no solo su película más cara (un alto presupuesto muy bien utilizado, en lo que se destaca la excelente reconstrucción de la época así como la muy buena utilización de los efectos especiales, rescato el plano final y toda la secuencia de la lluvia del comienzo) sino también su película más clásica hasta la fecha. Centrándose en la experimentación que el médico nazi Mengele hizo con el personaje de “Lilith” (Florencia Bado), mediante la utilización de diversas sustancias buscaba hacer que Lilith pueda crecer, a su vez se despliegan diversas subtramas a lo largo del metraje, como la caza de nazis, el despertar amoroso de la pre adolescencia, entre otras. En la forma de estructuración que tiene la película radica lo que no está muy logrado de la misma. Podemos dividir a la historia en dos procesos muy importantes, la experimentación de Lilith contemplada por “Eva” (Natalia Oreiro) pero desconocida por “Enzo” (Diego Peretti), y todo el proceso por el conocimiento de la verdad que realiza Enzo. La primera parte se caracteriza por un tono más descriptivo de lo que sucede, pero nunca con una mirada crítica del trabajo de Mengele (esto es uno de los principales logros de la película). Esta parte es la que tiene el mayor peso del film y nunca decae. Logra seguir manteniendo el interés mediante el desconocimiento por el futuro y por su ritmo creciente. El problema comienza cuando arranca la segunda parte. Una parte que ya se va para el lado del thriller, pero sin perder (y sin la misma intensidad) lo interesante de la primera fracción. En esta segunda parte tenemos el proceso que hace Mengele para ganarse la confianza de Enzo y, a su vez, como este último llega a desconfiar del Doctor. Lo conflictivo radica justamente en esto, tenemos una segunda parte que, si bien cierra la película, no llega al nivel de intensidad dramática que alcanzó la primera, haciendo que flaquee la narración. Si bien uno no pierde el interés, se siente una conclusión un tanto precipitada. En este tercer largometraje, nos encontramos con una Lucía Puenzo que ya pudo definir su propio estilo. Es una directora que toca temas complicados (“el ser diferente”, en “XXY”, o la experimentación en humanos, en “Wakolda”) pero sin caer en la crítica y en lo morboso, permitiendo que el espectador saque sus propias conclusiones acerca de lo que vio. Por último, cabe destacar las actuaciones de los chicos (me hizo recordar al cine de Truffaut con el tema de “niños-adultos” que planteaba) y al uso del idioma extranjero que está muy bien recitado.
Sin ser una gran devota de los últimos 15 años del género, me doy cuenta sin mucho esfuerzo que Scott Derrickson, no es un director que cause siempre el mismo interés. Capaz de bodrios como El día que la tierra se detuvo y otros un poco mejor acogidos como El exorcismo de Emily Rose, con Sinister parece balancearse sin escrúpulos entre quienes la sufrieron- algo que de básico busca el fanático del género-y quienes la padecieron pero del aburrimiento. En resumidas cuentas podríamos decir que para aquellos asiduos al género del terror, este film es más de lo mismo; mientras que para aquellos que vemos estos films en ciertas circunstancias bien funciona como lo que es, una excusa para tener un par de sobresaltos gracias a los recursos más elementales como la música siniestra, las escenas "pop-up", la oscuridad, el clima y el elemento popular por excelencia, los niños malditos. No vale de mucho comentar de qué va el argumento ya que parece un refrito libre de aquel gran ícono del cine de terror, The Shining (El resplandor) aunque se lo ha intentado adornar con un fondo policial un tanto traído de los pelos. Tenemos al escritor loco mudado a la casa de los asesinados, tenemos situaciones extrañas y paranormales, tenemos una esposa histérica, un par de hijos a los que parece haberles afectado todo y una intriga bastante pavota que no atrae en absoluto pero que, para qué mentirles, se condimentan con algunos sustos que bien me dejaron colgando del techo. Así y todo hay que advertir que la cosa es bastante predecible a medida que avanzan los hechos y que para ser de los mismos realizadores de las incontables Actividades Paranormales que salen con fritas estos últimos años, bien valga el ritmo que tiene, mucho más certero que aquella cámara filmando la aburrida cotidianidad de una familia. Reflexiono luego de verla que el género parece estancado en las sangrientas lagunas de films extremos como Hostel o Martirs por un lado y en las más clásicas y refritadas tierras de los sobrenaturamente conocido por otro. Habrá que esperar a ver quién se le anima a la vuelta de tuerca aun cuando nuestros miedos sean un poco siempre los mismos.
Sabemos que hoy por hoy a la pobre Joligud no se le cae una idea y desde que anunciaran un film basado en un juego de mesa como la “batalla naval”- ¿recuerdan ese de H8, hundido, I3, agua?- pues me había entrado la pica de ver qué joraquis harían estos tipos en cuanto a línea argumental. Con los avances y posteriores primeras críticas era obvio que su visionado caería en algún momento entre el parche al ojo y la TV de Domingo. Así fue como luego de la insistencia de mi marido por “conseguirla” terminamos justamente anoche viéndola. Va con SPOILERS. Hablemos claro, quien dice que esta película es una merda está en todo su derecho, pero vamos! ¿qué podemos esperar de algo como Día de la Independencia, El día después de mañana o esta? Admitámoslo, forman parte de un género aparte (valga la rima). Cortadas por el mismo molde están hechas por, para y exclusivamente con la intención de entretener y alimentar ese ego patriota que tienen los del norte. Esta vuelta ni siquiera pusieron esmero en explicar algo, un poco, lo que venga para entender una historia cortada por la misma tijera; los diálogos podrían ser como en el juego que se entendería lo mismo. Así y todo el film entretiene, tiene ritmo y vende, que es lo importante. Dos horas de este film me entretuvieron más (y acá me matan varios, mi marido inclusive) que las casi tres horas de Avatar, a la que estoy harta de ver por quincuagécima vez por cable (es la favorita de mi marido). Lo que garpa y lo que no. Seré honesta, Alexander Skaarsgard, ya vale el visionado, al menos en la primera mitad de la peli. ¡Dios, qué bombón de tipo!. Lo que no garpa es saber que como es el hermano del prota no tardará en morir. Garpa también la exageración que ponen en cada escena de acción, el ritmo trepidante que uno sabe cómo empieza y cómo termina pero, frasecita típica va, personaje querendón viene, chistesito por acá y chistesito por allá, terminamos de festejo. Paso a paso sabemos qué pasará o cómo se resolverá la cosa, pero al menos en mi caso, aunque resoplando y revoleando los ojos de vez en cuando, termina uno pasándola pipa, como dirían algunos de mis amigos trasnscharco. Lo que desde ya no garpa es Liam Neeson. Un actor como él a estas alturas ¡no puede tener un papel tan pobretón!, apenas aparece, no hace gala de esa herencia al estilo Chuck Norris que se ha sabido conseguir con sus últimos títulos. Gente, el mundo ahora tendría que estar salvado por él y no por Joji Yoshida, porque aunque el Taylor Kitsch tenga las de ganar, el que realmente saves the day, como dicen ellos, es el ponja!. Liam Neeson y Joji Yoshida Battleship, tal su título original, es uno de esos films que hay que tomar por donde viene. No pidan peras al olmo y véanla si tienen ganas de pasar un rato de esparcimiento donde no faltará la escena a la que podrían musicalizar con el himno americano. Película que chorrea rojo, azul y estrellitas blancas, y nada más. Así y todo se agradece que haya un cierto guiño al juego en sí, esa cosa de adivinar por dónde pegarle al enemigo y "pelear" casi a ciegas en este caso con el típico ataque alienígena-reptiliano. A no ponerse quisquillosos, advertidos están, véanla con ánimo lúdico.
Steven Soderbergh no es un director que me vuelva loca, pero le reconozco una gran habilidad en realizar films realmente entretenidos, de buen ritmo y, aun cuando lleno de clichés, bien resueltos. También es un hombre bastante inteligente a la hora de elegir quién interpretará a los protagonistas de sus cintas. Cuando se promocionaba Haywire y entre nombres como el de Michael Douglas, Ewan McGregor, Michael Fassberder y Antonio Banderas, entre otros, aparecía una tal Gina Carano, muchos sentían que algo podría desentonar en un film cuyo reparto parecería ser, en versión acción, una especie de New Years Eve. Y creo que no se han equivocado pues tanto una como otra son películas con un reparto totalmente desaprovechado y un guión de por más insufrible. De acuerdo, no seré tan mala con una actriz que apenas debuta en pantalla grande con un reparto de actores ya asentados en su carrera y con un director de trayectoria, sobre todo considerando que viene del mundo de las artes marciales y que posiblemente hará futuro como la nueva versión Van Damme femenina con una inmensa fila de fans a sus espaldas. Soderbergh se esfuerza, al menos da esa impresión, que cualquier excusa argumental es buena para tratar de elevar a Carano a una especie de Jolie, pero evidentemente le falta aun la gracia, sensualidad, belleza y soltura de esta. No he de subestimar a Carano que hace lo que puede con un guión que, como muchos últimamente en Hollywood, parecería haber surgido tal cual reza el teorema de los infinitos monos, algo así como que un mono pulsando teclas al azar sobre un teclado durante un periodo de tiempo infinito casi seguramente podrá escribir finalmente cualquier libro que se halle en la Biblioteca Nacional Francesa. Suena fuerte, lo sé, pero es que da un poco de impotencia que un escritor como Lem Dobbs que ha brindado obras nada desdeñables como Dark City, Kafka o The Score ahora nos regale un guión que no solamente hemos visto un millón de veces- el agente traicionado que posteriormente buscará venganza y agarrense porque es el mejor entrenado y está muy enojado- sino que al menos no les da un giro de gracia, un interés y un ritmo que nos haga olvidar, o no nos importe, que verdaderamente ya hemos visto y ya sabremos como termina lo que se nos está contando. Y si Dobbs no era garantía suficiente para ver el film, pues teníamos de respaldo el estar dirigida por Soderbergh, un hombre que últimamente ha dividido aguas entre los incondicionales seguidores de siempre y aquellos que aseguran que su carrera viene en picada, pero que con sus más y sus menos siempre ha cumplido en hacernos pasar un rato agradable. Pienso por ejemplo en films como los de Ocean’s eleven, y sus posteriores secuelas, y no puedo imaginar quien niegue que los personajes están muy bien planteados, que la historia, aunque quizá antes vista, no deja de tener un ritmo impresionante que siempre nos termina poniendo frente a la tele cuando la repiten en la pantalla chica. Pero con Haywire esto no pasa. Tiene una historia muy atada con alambres, flojamente expuesta y con personajes sin ningún tipo de mínima psicología evidente. La película se divide entre los malos, que serían básicamente todos los del film, y Carano que huye de ellos. El verdadero por qué, los motivos de la traición que genera la acción en realidad no importan porque todo es una gran lista de tópicos del género puestos al servicio de ver a Carano pegando patadas en, para colmo, coreografías realmente pésimamente logradas. En 93 minutos que dura la película veremos por lo menos 50 de ellos repartidos en persecuciones de auto, a pie y en peleas entre la protagonista y alguien más. El final, que no he de contárselos, no se desesperen, deja en claro que quizá tengamos alguna especie de intención de trilogía con un look al mejor estilo Salander por parte de Carano. Es que parecería que las heroínas duras deben vestir de cuero negro y andar en moto que sino no lo son. En fin, quizá ahora que se las tiré tan abajo vayan a verla y les guste un poco, quizá no sean tan exigentes con un género que tanto nos ha dado. Digamos que llanamente es un film de acción, que no destaca, que posiblemente quizá les guste algo. Pero está ciertamente muy lejos de ser una referencia al cine de Soderbergh o de Dobbs. Avisados están.
The Avengers era desde el vamos un proyecto realmente ambicioso. Aun cuando estuviera basada en un comic bien conocido y que Marvel no se ahorra las ganas de adaptarlo todo, tantos superhéroes juntos se transformaba en una apuesta fuerte por parte de un estudio que tenía que encontrar a alguien bien capaz de distribuir muy bien el protagonismo de cada uno. Era un cara o seca, un vivir o morir, que aun cuando estuviera excelentemente maquetado en su publicidad podía sucumbir de un soplido. Pero el nombre de Joss Whedon no era para pasar inadvertido y aunque personalmente Thor no me haya parecido un film para echar porras, otros de sus títulos le daban un crédito más que fiable. Toda la popularidad que ganó en su momento Buffy, la cazavampiros, así como la buena acogida en general de Serenity se lo debíamos a él. El problema es cuando luego de su estreno pareciera que no hay un punto medio. Todo el mundo parece adorarla y hasta he llegado a leer por ahí que es una verdadera innovación del género. Pues bien, sin llegar a unos extremos tan taxativos debo reconocer que la cinta tiene sus aciertos. El primero es que justamente aunque sobresalga un poco más el personaje de Iron Man interpretado por el carismático Robert Downey Jr., cada uno tiene su momento, su rol bien definido y por supuesto, su importancia dentro del conjunto. Aquí el reparto destila buena química algo imprescindible para este tipo de uniones protagónicas. Nadie pisa a nadie y aunque honestamente me vienen sobrando las nuevas adquisiciones representadas por Scarlett Johansson como Black Widow y Jeremy Renner como Hawkeye en este aspecto la película gana al no otorgarles más de lo que el público seguramente pedía. Vamos, que los films que cada héroe tuvo individualmente como antecedente de esta unión hacía que el público se centrara en ellos se haya o no conocido el comic de donde nacen. Mención realmente especial merece acá el verdoso Hulk en la piel de Mark Ruffalo, actor que siempre me ha caído apenas simpático pero que aquí logra dotar al atormentado Bruce Banner de un muy buen carácter que bien le valdría otra oportunidad en la pantalla grande. Whedon logra un balance tan bien medido que hasta aquellos que nos hemos perdido alguno de los films precedentes, en mi caso Capitan America, nos entran las ganas de completar la serie. El segundo gran acierto de The Avengers es el humor. Sin llegar a ser una película de “ensamblaje” como The Expendables que no se toma en serio nunca, aquí tenemos continuos toques muy bien puestos de verdadera gracia. Si bien casi el sesenta por ciento de ellos pertenecen a la figura de Stark, todos en algún momento protagonizan alguna escena que nos arranca una risa espontánea, varias de esas risas vienen dadas por líneas de diálogo graciosas y muy atinadas que seguramente quedarán en el ideario de muchos. El film tiene mucho parloteo del que siempre se encuentra en una superproducción de este tipo, pero engalanados con mucha simpatía que levanta el ritmo narrativo de manera satisfactoria, porque si vamos al hecho, la acción real se desata sólidamente en la segunda hora de proyección, mientras que la primera puede que exaspere un poco al espectador ansioso. A partir de entonces me sorprendí de que la película me divirtiera tanto. Y si un film de estos gana en humor, el aspecto visual le otorga también una buena cantidad de créditos. De hecho creo que nunca llegué a pensar que terminaría recomendando que de ser posible paguen unos pesos más por verla en 3D, tecnología que aquí está realmente muy bien empleada. Mucha acción, insisto en esto de que sobretodo en la segunda mitad del film, mucha dinámica y mucho humor parecería que es suficiente, sin embargo el film, en lo que en argumento se refiere, no deja de ser una verdadera excusa, correctamente planteada eso sí, para presentar a este conjunto de superhéroes luchando juntos. El malo consigue un arma mortal, el mundo corre peligro, los únicos que pueden salvarlo son los vengadores. Lo demás, explicaciones sobre protones, iones y muchas computadoras que sostienen la inmensa excusa para sobrellevar la acción. No es algo que importe demasiado cuando el film no pretende ser más de lo que ofrece, buen entretenimiento y muchas peleas épicas. Pero para los más exigentes, o para aquellos que no sepan todos los dimes y diretes de las historias originales, bien pueden padecer algunos momentos en que el guión se vuelve una meseta importante. The Avengers hay que verla con ganas de divertirse, sin sumar grandes dosis de expectativas de lo que se diga por ahí, es un film correcto, bien armado, inteligentemente ofrecido, y sobre todo vendido, pero que no trasciende más allá de lo que el género de este tipo nos ha ofrecido hasta ahora. Super producción a gran escala que no ahorra nada, mucha espectacularidad visual que bien merece la pantalla grande. Una de las más esperadas del año ya ha pasado y me alegra que haya sido en forma satisfactoria. No se muevan del asiento hasta que pasen los créditos!! Dato curioso [sin riesgo de demasiado spoiler pero por las dudas atenerse sin no la vieron] Además de la escena pos créditos que está en todas las versiones, en Estados Unidos hay una más- no sé porqué acá se la ahorraron- en donde aparecen todos los vengadores entrandole con ganas a las Shawarmas, esta es una captura de baja resolución donde puede verse la escena.
Para hablar de una película como The Grey supone subordinarse siempre a la dualidad de los aspectos: el visual y el argumental, lo creíble y lo inverosímil, la finalidad o su mensaje. Joe Carnahan sabe muy bien cómo manejar los recursos de la acción, ya en Narc o en la disparatada Smokin’ Aces supo demostrarlo. Sin embargo si en aquellas tenía en claro qué estaba contando, en The Grey vaga entre un excelente film de supervivencia y un drama humano con infructuosos tintes poéticos. Carnahan intenta ir más allá de lo que el film debiera de pretender, presiona por demostrar aquello que la propia situación sola ya demuestra, como pasa en la mayoría de los buenos films de este tipo: el hombre lucha todo el tiempo, como cualquier otra criatura sobre la Tierra, por sobrevivir. Si el film sale medianamente airoso es porque su factura es realmente impresionante, es uno de esos films que debieran verse en pantalla grande, que sabe cómo mantener la tensión, que recurre al impacto visual bien logrado haciendo que el espectador no se aburra aun cuando lo que se cuenta esté plagado de baches y situaciones realmente inverosímiles. Es un film entretenido, sí, pero que dejará mayor sabor de boca cuanto menos preguntas se haga el espectador sobre qué se está contando. Es que películas sobre hombres que luchan por sobrevivir al medio salvaje al que caen por accidente, hombres que luchan contra climas intempestivos y violentos, hay muchos. Pienso ahora, por ejemplo, en The Edge y si bien podría tener escenas un tanto hiperbólicas lo cierto es que terminaba siendo un film creíble desde que las amenazas del medio eran variadas y verosímiles. En The Grey parecería que la única amenaza es una manada de lobos asesinos, tan pensantes como un ser humano, más cercano a un film de ciencia ficción que a una verdadera experiencia salvaje. Lian Neeson dará durante todo el film incontables explicaciones sobre el comportamiento de estos animales para dejar bien en claro lo que Carnahan cree que no entenderemos, el macho alfa, el líder, es quien imperará. O Neeson o el lobo por lo que de ahí en más podemos intuir casi todo el resto de la película. Esto, insisto, no sería un problema si el film cumpliera con un cometido único, ser una excelente película de aventuras, un film que aun cuando derrocha tópicos y personajes estereotípicos, es efectivo por la tensión que crea; pero los elementos dramáticos con los que el director intenta dar profundidad a la historia terminan cortando los climas bien logrados, provocando muchas veces el revoleo de ojos del espectador que después de todo quiere saber cómo este grupo saldrá del laberinto blanco al que han caído por desgracia. Pensamientos sobre la fe, Dios y la familia terminan siendo distracciones con las que adornar un relato que de por sí ya pintaba interesante sin necesidad de que se nos quiera provocar la lágrima o la reflexión facilona. The Grey, Infierno blanco o El Líder para Hispanoamérica, bien podría funcionar mejor como una historia más del hombre contra el medio hostil de la naturaleza, un film que reafirmaría, con un guiño de ojo, aquello de que mejor no meterse con Neeson. Tanto se ha destacado de su actuación aquí, que pensé que estaría ante un film diferente, sobresaliente. Lejos de eso, esta cinta es una más, sí, pero lamentablemente no destaca. ¿Estoy diciendo que The Grey es mala?, no; simplemente estoy destacando que se disfrutará más si vamos con bajas expectativas, sabiendo que ante todo es un certero film de acción, exagerado y bien realizado- increíble que casi no se haya usado efectos especiales en cuanto a lo climático, dicen que lo difícil de esta realización fue justamente hacerla bajo las tormentas de nieve reales- sin embargo no pidamos una historia sólida, mucho menos una relato que cierre.
Después del poco exitoso acogimiento que tuvo Clash of the Titans por parte de la crítica y de los espectadores en general, parecía increíble que pudieran apostar por una segunda entrega de este mundo tan poco relacionado con la mitología clásica que aprendimos en la escuela. Sin embargo debo confesar que aun cuando no la esperara con ansias, Wrath of the Titans me generó tras los tráilers e imágenes promocionales, un poco de curiosidad. Y ciertamente no la pasé mal viéndola pero ¿la pasé bien por el film en sí o porque finalmente terminó siendo una hipérbole tan desmesurada e inverosímil que fue imposible no divertirme gracias a ello?. Todos sabemos lo exagerado que puede ser el cine más palomitero de Hollywood. Ver cualquier película de Roland Emmerich como Independence Day o The Day After Tomorrow son un ejemplo de cuán inverosímil puede ser una historia. Caos desatado en un tiempo récord imposible, discursillos moralizadores o alentadores, héroes ocasionales inquebrantables. Y aunque el guión sea una pésima sucesión de alocadas situaciones que cuestan creerlas como posibles, no podemos negar que si no nos ponemos exigentes la podemos pasar de maravilla mientras predomine el ritmo, algún par de gags graciosos, algún personaje llamativo. El problema es que hay que ser muy hábil para caminar por el delgadísimo límite entre lo divertido y lo realmente ridículo y en eso no podemos negar que el cine de Emmerich nunca se ha tomado a sí mismo en serio. Asique principalmente el problema de esta segunda parte de los Titanes dirigida por Jonathan Liebesman es que justamente intenta por momentos darnos a entender que no se quiere tomar muy en serio pero falla en demostrarlo por completo. Los primeros cuarenta minutos del film prometen que ciertamente la segunda parte será muy superior a la primera, aquella dirigida poco satisfactoriamente por Louis Leterrier, pero esa superioridad viene exclusivamente dada en su aspecto visual. Mejores escenas de acción, mejores monstruos amenazadores, mejores esfuerzos por una calidad más creativa que aquella a la que a último momento trataron de llevar al 3D, pero el guión termina siendo tan ridículo por momentos que me atrevo a decir casi como hereje cinéfila que me quedaría con la primera antes que con esta; salvo claro, que uno sea el que personalmente no se la tome muy en serio y decida disfrutarla como lo que es: un sinsentido argumental lleno de acción. A medida que corre el tiempo es imposible no empezar a hacer comparaciones graciosas para no perder los estribos, el primer revoleo de ojos del espectador se da con el punto de partida de la historia: los mortales ya no les rezan a los dioses y por ende estos se están debilitando y desapareciendo, cosa que evocó en mi mente aquella fantasía a punto de desaparecer de The Neverending Story o aquella inmensa figura de Cronos cuya voz y movimientos me inspiraron recuerdos de aquel gigante de Jengibre en Shrek 2. Y si las actuaciones de Liam Neeson y Ralph Fiennes no eran de las más destacables en la primera entrega, muy a mi pesar debo admitir que en esta directamente, y sobre todo en la última media hora del film, son incluso hilarantes. Se puede ser un actor genial, y ellos nos lo han demostrado en incontables ocasiones, pero no se puede ser un mago- mucho menos un dios poderoso- cuando el guión es una inconmensurable lista de ridiculeces. Comentar cada uno de los puntos de esa lista sería injusto porque tendríamos que indiscutiblemente caer en spoilers, tratar de entender ciertas elecciones del director, o más bien del guion, como el pesonaje de Ares, por ejemplo, más cercano a un terminator que a un dios celoso e iracundo, es caer en terreno cenagoso pues desde el vamos sabemos que poco tienen en común los personajes mitológicos que conocemos que estos que nos ofrecen las dos entregas de los Titanes. Incluso las escenas en que el film intenta mechar con momentos de gracia, mayormente centrados en los personajes de los siempre adorables Toby Kebbell como Agenor y Bill Nighy como Hephaestus caen en estereotipos demasiado reconocibles y por ende fallidos. Wrath of the titans hubiera sido indudablemente mucho más sabrosa si no se tomase tan en serio a sí misma, algo así como una Indiana Jones de la mitología. Se reconocen los esfuerzos por brindar algo mucho más elaborado que la anterior pero lamentablemente queda en eso, buena intención sin demasiados resultados.
Admitiré ante todo que no he visto demasiado del cine de Cronemberg, salvo por aquellos títulos que forman parte de mi melancolía cinéfila como La Mosca o La Zona Muerta, quizá como muy nuevo la sorprendentemente extraña Crash. Asique para cuando se anticipaba A dangerous method el interés por verla devenía básicamente en el tratamiento del tema, o al menos lo que pensé que trataría, y el detalle nada desdeñable de ver a la Keira Knightley junto a Michael Fassbender y Viggo Mortensen. Pues aquí acabamos, finalmente, con un film un tanto soso entre manos y una historia que finalmente siento me la han vendido por liebre siendo netamente un gato. En una época donde Joligud adelanta tantas cosas en vías de la promoción, es bueno saber que dentro de lo acostumbrado esta película no tuvo tan tremendo prólogo de bombos y platillos pero sí al menos, creo, prometía algo más arriesgado de lo que finalmente ofreció. Puede que muchos me achaquen que no la entendí, no lo niego que así haya sido quizá. Lo que creo es que la historia se planta demasiado desmembrada, no termina contando profundamente nada contundente, los personajes al fin de cuentas quedan bastante desdibujados. No hay verdadera solidez ni en los diálogos que puedan mostrar cómo era la relación de Jung con Freud ni en la de aquel con la Spielrein. Del método finalmente nos queda poco, del nacimiento del psicoanálisis una pequeña pisca y del amorío entre Sabrina y Carl un mero melodrama que no llama la atención. Tal vez el secreto sea tomarla como una simple película de época, una de las tantas en que se ha movido la Keira, y nada más. Quizá no debería ponerme exigente en encontrarle una línea argumental fija; pero el hecho es que ni siquiera despierta el interés por conocer algo más de la historia real que yace detrás de este guión. No sé bien qué pensarán los que están dentro del campo de la psiquiatría, no debería tampoco importarme demasiado. Como espectadora incluso los espasmos faciales mandibulares de la Knightley ya me sonaron hasta ridículos, hiperbólicos, casi de autosátira. Si se da o no así en la vida real en este tipo de diagnósticos no sabría decirlo, pero que levante la mano al que NO le causó gracia ese primer encuentro entre Jung y Sabrina con la pobre prota retorciéndose cual niña a punto de ser exorcisada en su silla. Una película sobria hasta el extremo, contenida hasta en las actuaciones. El único que destaca es Vincent Cassel, en apenas 5 minutos brilla más que las dos horas del film en sí. Para ver, como siempre digo en estos casos, en la comodidad del hogar.
Siempre sostuve, y aun lo hago, que comparar literatura y cine no es del todo justo. Ambos formatos tienen recursos narrativos distintos y los tiempos de uno no pueden casi nunca condecirse con los del otro. Asique más allá de advertir que esperaba con grandes ansias The Hunger Games, Los Juegos del Hambre su título en español, porque su referente literario me había cautivado, trataré de no hacer demasiados paralelismos, simplemente los necesarios, y de no caer en ese tremendo e insalubre fanatismo que a veces sacude a algunos lectores de comics cuando sus favoritos se adaptan a la gran pantalla como sucediera, por ejemplo, con Watchmen en su momento. Si he de achacarle algún pecado a la cinta es que intente satisfacer a tres géneros como el drama, la ciencia-ficción y la acción, aunque escasa pero presente, resultando finalmente una película desabrida que se balancea infructuosamente entre esos tres puntos sin terminar de desarrollarse por completo. Eso sin contar los significativos baches que presenta el guión, co escrito entre la propia Collins y el director del film Gary Ross, colaborando a que aquel espectador que no haya leído la novela se pierda por momentos. Sé que es difícil que cuando una obra literaria presenta varios personajes con igual importancia, su adaptación a la pantalla grande logre fielmente la misma profundidad psicológica; sin embargo en The Hunger Games vemos un desfile de 24 concursantes del que apenas sabemos el nombre y que terminan por no manifestarnos ningún tipo de identificación, ni sorpresa, ni mucho menos amenaza. Que Katniss, interpretada muy correctamente por la magnífica Jennifer Lawrence tenga que sobrevivir a un medio hostil nos es indiferente porque ese medio está totalmente desdibujado, los 23 enemigos de los que escapa de continuo no llegan nunca a ser un verdader peligro como así tampoco lo es ese medio ambiente en el que se mueven. La cosa queda reducida a un mero entretenimiento televisivo con el que el poder de turno quiere demostrar su dominio; y si bien eso ya conformaría una buena herramienta de reflexión, la violencia sin sentido, la deshumanización del ser humano, etc, el ritmo, por momentos demasiado pausado, termina por socavar cualquier intento de generar una. Muchos son los que toman esta nueva saga, o mejor dicho trilogía, como la sucesora de la ya finalizada Harry Potter o la ya casi a punto de terminar Twilight, sin embargo, y aun cuando Los Juegos del Hambre sea ciertamente muy superior a esta última, aquellas sabían perfectamente al público que apuntaban tanto con sus métodos narrativos como su ritmo. Aquí no hay lugar para que las relaciones entre los protagonistas se planteen sólidamente quedando en segundo plano sus motivaciones o una buena y contundente identificación con el espectador. Cosa que sí se logra en lo literario. Lawrence enamorará a los que ya la conocen por otros trabajos, no por su Katniss, Peeta, interpretado por Josh Hutcherson no generará prácticamente nada, ni sospecha ni cariño como su retrato literario. The Hunger Games trata de ser fiel al original, incluso en esos primerísimos primeros planos que tiene para transferir el aspecto de primera persona en la que está narrada la obra. Incluso en ese continuo movimiento de cámara para darle más veracidad a lo que sucede, pero descuida constantemente detalles centrales que hacen a la verdadera adrenalina de la historia. Y aun peor, desestimando datos que son los que después de todo nos dejan con ganas de segundas partes. Podríamos tomar esta primera entrega como una forma de presentación, como un botón de muestra de lo que podrían ser las otras dos partes futuras, Catching Fire y Mockingjay, sin embargo el estilo narrativo de Ross me parece desacertado queriendo hacer de una cinta que han vendido como algo más comercial, un drama intenso que finalmente se siente tibio. Es de entender que siendo la historia un relato realmente violento, al que varios ya comparan con Battle Royale pero más lavado, la decisión de cómo se lo cuenta no haya sido fácil si la premisa era vender. Pero la realización ha quedado entonces en una cobarde mirada a la violencia sin sentido, en una estereotipada crítica a la sociedad del Gran Hermano que ya adelantaba Orwell. The Hunger Games puede llegar a ser un éxito arrollador, para los infaltables ávidos por otras sagas, pero honestamente dudo que llegue a ser una gran saga si siguen apostando por los mismos recursos narrativos, por esas elipsis sin sentido, si siguen apostando por un público conocedor de la historia literaria que sepa completar los espacios en blanco. Sin demasiada fibra ni adrenalina, este film, uno de los más esperados del año, es una apuesta pálida y por momentos incluso aburrida para una historia que realmente daba para mucho más.
Warren Buffet, considerado el mejor inversor a largo plazo del mundo que, dicen, logró convertir 100 dólares en 14 billones, aconsejaba que nunca había que invertir en negocios que uno no pudiera entender. Si transferimos eso al cine, la ópera prima de J.C, Chandor, Margin Call (El precio de la codicia en Argentina), sería una de las mejores inversiones de los últimos tiempos que claramente demuestra cuánto este novel director sabe de cine. Lo primero que llama la atención es la gran habilidad que tuvo Chandor de conseguir un reparto más que impresionante para su primer película y que, además por sobre todo, se manejara excepcionalmente para construir un guión donde estos a modo casi coral se destacaran por igual. Nadie sobra en esta historia de crisis financiera y nadie opaca a nadie, aun cuando grandes nombres como el de Jeremy Irons pareciera destacarse por sobre el resto, todos tienen su rol bien planteado para contar de manera equilibrada uno de los momentos más tensos de la economía, ya no solo americana, sino global. Wall Street y sus tejes y manejes son traducidos por Chandor de una manera casi de manual para dummies que aunque se escapen los detalles más puntillosos, solo perceptibles a los ojos de los expertos, bien se hacen entender para el público promedio. Margin Call demuestra que no importa qué está pasando; de hecho aunque no sepamos de economía nos lo imaginamos. Vamos, que no hay que ser experto en el tema para entender que la bolsa es una especie de juego de ruleta legal en el que unos apuestan con éxito mientras otros lo pierden todo. Se vende por un lado, se compra por el otro y los tira y aflojes se vuelven muchas veces peligrosos. Esto es lo que se descubre al principio del film, un manejo tan desequilibrado de la cosa que es inevitable el desastre y ahora, ese ritmo de suspense que forma una especie de prólogo del relato, se focaliza exclusivamente en cómo parar la bola de nieve que viene cayendo, hacia dónde es mejor correr para no sucumbir bajo ella. En el camino quiénes quedan o quienes se van, no importa, importa el “sálvese quien pueda”. En medio de toda la barahúnda que genera esta bomba a punto de estallar, Chandor se toma el tiempo, mínimo pero concreto y efectivo, de retratar cómo es el mundo salvaje, frío y deshumanizado de la economía. Jefes que parecen alentar a sus empleados a trabajar eficientemente con métodos de manual mientras se angustian más por la salud de su perro que por ese empleado al que acaban de despedir luego de años de servicio y quien, después de todo, termina siendo clave en el pronóstico del caos. Jóvenes que terminan ascendiendo casi por casualidad mientras otros, mal que les pese, deben aceptar su condición de chivo expiatorio. Hombres que desesperan por un futuro en el que ya no podrán gastar millonadas en autos, mujeres y noche. Sin moralismos baratos, sin academicismos matemáticos, Margin Call termina por hablar de condiciones humanas tan universales como la codicia, la especulación, la lealtad o la traición. No en vano ha sido uno de los films, considerados prácticamente independientes, más ovacionados del año aún cuando su popularidad no pase de ese reparto llamativo que nombrábamos antes. La película causa miedo por meternos en un mundo alejado del hombre promedio y hacerle entender de qué va la cosa, cómo pasan las cosas, porqué suceden, qué ocasionan, y todo sin necesidad de hablar de continuo del vil metal. El dinero no es el mensaje pero sí su referente, el dinero no es la clave pero sí quiénes lo manejan. Si hay algo que además colabora con esa atmósfera opresiva del desmoronamiento a punto de suceder son los espacios cerrados mucho más presentes que los abiertos. Todos entran y salen de oficinas, de ascensores, van y vienen en automóviles, hablan y discurren entre cuatro paredes mientras afuera el mundo sigue girando sin saber qué se viene. El mundo, el afuera, nosotros, yacemos en una enorme pecera nadando y nadando mientras los otros, esos que “saben más”, tratan de salvarse en silencio, sin levantar polvareda al correr para que el caos no sea peor. Todo lo que sube tiene que bajar, dice el dicho y este debut de Chandor, antes sonidista, ahora prometedor director sin dudas, refleja exitosamente ese subibaja social mortal vedado para muchos y que gratamente nos sabe acercar más terrenalmente que cualquier experto en el tema. Film para no perderse aun cuando ese mundo no nos atraiga demasiado, lujo singular del cine de la última década que con el tiempo, me atrevo a apostar, ingresará en la lista de grandes clásicos.