De amor y de humor
Paul Giamatti es un impulsivo y autoindulgente productor de TV que tropieza varias veces con la misma piedra en su vida amorosa.
No aprende. Barney no aprende. Pasan los años, las mujeres por su vida y el tipo insiste en corroborar aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. O más.
Barney es un impulsivo -cuesta diferenciar a veces cuándo una persona deja de ser impulsiva para tildarla de infantil- que además es autoindulgente. Cómo hizo para enamorar a las tres mujeres que cuenta la película, es una incógnita. Productor de un exitosísimo programa de TV, Barney sufre horrores ya desde la primera toma, aquella en la que despierta por teléfono a la nueva pareja de una de sus ex esposas, para preguntarle si no quiere ver fotos de Miriam desnuda, cuando ella era joven. Después de que Brian le corte, vemos que las fotos que Barney tiene en sus manos son de Miriam, sí, pero toda una señorita y señora, como luego veremos que fue.
El mundo según Barney -que nada tiene que ver con El mundo según Garp de hace casi 30 años, sobre el libro de John Irving, con Robin Williams- se centra, sí, en este hombre panzón en distintos momentos de su vida, que el debutante en la dirección de cine (con una veintena de series de TV sobre sus espaldas) Richard J. Lewis irá narrando en diferentes saltos narrativos.
Así veremos a un Barney jovencito y bohemio, con su enamorada en Italia, con quien se casa y descubrirá una infidelidad. Luego con una hija de empresario forrada en plata y de religión judía como él, en cuya mismísima fiesta de bodas conocerá a la que -entiende Barney- es la mujer de su vida. Y que no es su esposa.
Probablemente El mundo según Barney no sería lo que es sin Paul Giamatti como protagonista. El actor de Entre copas vuelve a pro barse en un personaje con mucho de patetismo, rodeado de otros seres no menos sombríos o melodramáticos, con un padre (Dustin Hoffman) al que cada vez que le pide un consejo paternal... prepárense.
También sea excesivo el tratamiento de la cultura judía en varias escenas -para los que no la practican y para los que sí-, pero eso es un dato menor dentro de una comedia que desembocará en drama recién a la hora y cuarenta de su proyección. De amor y de humor, parece decirnos, también se (sobre)vive.