Paul Giamatti. Esa es la razón por la que uno puede llegar a disfrutar de esta irregular película. Porque la interpretación de este cascarrabias repleto de defectos llamado Barney Panofsky es una delicia.
La película...ese es otro tema. El film va a los tropezones. ¿Comedia? ¿Drama? Giamatti ganó como actor cómico en los Globos de Oro... ¿Comedia entonces? Para nada.
Quizás ese sea su principal defecto, la falta de claridad en lo que desea contarnos. El televisivo Richard J.Lewis no logra alcanzar el tono acertado. Esa es una de las fallas. La otra es que pasan los minutos y uno se queda afuera, observa las miserias de Panofsky pero sin una conexión que interese demasiado a pesar de que las siente solo por Giamatti.
El film arranca a puro flashback. Barney esta viejo, solitario, iracundo y borracho y llama para martirizar al hombre que ahora duerme con la que fue su mujer. Todavía no sabemos quién es esa mujer que extraña tanto ni aún como la conoció, menos como la perdió. Tampoco sabemos porque un policía retirado que cruza en un bar cree tan fervientemente que él es el asesino del que fue su mejor amigo.
Ahí arranca el primer flashback que nos lleva a Italia, a un joven Giamatti en plena bohemia europea para desandar el camino de una vida más agria que dulce.
Va y vuelve, reconstruyendo una vida de Barney que si no fuera por Giamatti no resultaría interesante.
-Nota aparte también merece Dustin Hoffman en el papel de su padre ex policía (y que, claramente, ya esta mas allá de todo), desquiciado y torpe, hace una perfecta pareja con el Barney de Paul, regalándonos una química impagable-
Creo que a pesar de que la historia no atrapa, es en Giamatti donde uno puede apoyarse para no pasarla mal, es que sus quejas, sus mohines de apático y fracasado tan vistos (pero no por eso ineficaces) desde Esplendor Americano y Entre Copas son creíbles y queribles.
La historia de amor con su mujer es una de las cosas que empujan hacia delante el relato. A pesar de lo forzado a priori de verlos como pareja, uno termina convencido de que esas diferencias justifican la unión, ahí uno se deja llevar. Se adivina cada cosa que va a pasar (la narración no intenta ocultarlo) pero se disfruta igual.
Pero (siempre hay otro pero) para el final vamos oliendo que se acerca un golpe bajo de esos que nos buscan las lágrimas. Y viene nomás la patada abdominal. Para que mentir, va a ser una verdadera patada en los huevos. Uno puede entender el hecho, pero cuando se repite y regodea, difícil no acabar con una sensación de tristeza, de mal sabor en la boca. Un final injusto para un Barney humanamente imperfecto. Una película en que suma Giamatti y Hoffman, y después, para de contar.