El director sueco de Criatura de la noche y El topo narra con buen pulso un thriller de detectives torturados y asesinos seriales, pero que esconde algunas manipulaciones no demasiado justificadas.
Hay un límite muy fino entre el retaceo de información y el cambio de piezas sobre la marcha. El muñeco de nieve es un digno exponente de la segunda tendencia. Se trata de un film correcto, atrapante, tenso y ominoso como los paisajes invernales nevados en los que transcurre, pero que en su resolución esconde una vuelta de tuerca que coquetea peligrosamente con la manipulación.
Basada en el séptimo libro de la saga de policiales de Jo Nesbø protagonizada por el detective Harry Hole, quien en mayo de este año volvió a las bateas nórdicas con su décima (y hasta ahora última) aventura, El muñeco de nieve es uno de esos policiales que ya casi ni se hacen. O sí, pero en formato de miniserie. Da toda la sensación de que una entrega por capítulos hubiera permitido un mayor y mejor desarrollo al caudal de situaciones que van sucediéndose a lo largo de las casi dos horas de metraje.
Hole (enésimo personaje torturado de Michael Fassbender) es un detective alcohólico que junto a su colega Katrine (Rebecca Ferguson) investigan la desaparición de una mujer ocurrida justo cuando el invierno dejaba caer sus primeras nevadas. Rápidamente descubren que no es un caso aislado, sino obra de un asesino serial con predilección por las mujeres en matrimonios infelices y con hijos que firma sus crímenes dejando un muñeco de nieve en la puerta.
Hole y Katrine inician en su largo periplo en busca de pistas, abriendo un abanico de sospechosos que va desde un acaudalado empresario (J.K. Simmons) hasta un médico abortista (David Dencik), todo en medio de las vísperas de la confirmación o no de Oslo como sede de un importante evento deportivo invernal. Pero hay más, porque el film del sueco Tomas Alfredson (Criatura de la noche, El topo) incluye toda una subtrama que ocurre nueve años antes del presente e incluso unas pizcas de drama familiar con el vínculo de Hole con su ex mujer (Charlotte Gainsbourg) y el hijo de ella. Que es también de él, pero no lo sabe.
Alfredson es un narrador solvente y capaz de manipular el timón con seguridad aun en medio de esa tormenta de subtramas. El problema es que la resolución es un Deus ex machina sacado de la galera que va a contramano de todos los indicios que el relato había esparcido durante la hora y media previa, convirtiendo a El muñeco de nieve en una película tan entretenida como engañosa.