El suspenso que viene del frío
Más que un thriller, tiene los suficientes elementos bien balanceados para entretener e intrigar.
En la senda de las novelas de crímenes, más que de thrillers, El muñeco de nieve tiene los suficientes elementos bien balanceados para, primero, entretener, y luego, intrigar.
Mucho tiene que ver con esto último que el director es Tomas Alfredson. Si la trama de la novela de Jo Nesbø en que se basa es de todo menos lineal, el realizador de El Topo se siente a sus anchas. Ya al adaptar aquel best seller de John le Carré, en que todo era enrevesado, el director de Criatura de la noche no hacía una concesión: el espectador que no estaba atento, podía perderse.
Lo mismo sucede con El muñeco de nieve, vendida como una película de terror, pero ciertamente no lo es.
Jugando con la ambigüedad y varias ambivalencias, la película arranca con un suicidio. Estamos en una zona con un frío polar, con mucha nieve y lagos congelados, y una mujer le dice a un hombre al que llaman “Tío”, luego de sufrir una golpiza, tener relaciones y ser vista por su hijo, que le contará a toda la familia que al pequeño, en verdad, lo tuvo con él.
Alfredson no se preocupa por aclarar nada al plano siguiente, cuando Harry Hole (Michael Fassbender) se despierta a la intemperie en una zona helada de Oslo. Ha muerto su tío (!), pero lo importante es que él es un detective de elite y que con la ayuda de otra policía (Rebecca Ferguson) irá tras las pistas de varios crímenes perpetrados, algunos hace años, en los que las víctimas invariablemente son mujeres, que engañan o no a sus parejas, que por lo general tienen hijos.
Nada está muy claro, excepto que alguien manda un anónimo a Hole con un dibujito del muñeco de nieve, como avisándole que habrá un nuevo crimen, y se verán muchos más rostros conocidos en este filme coproducido por Martin Scorsese.
Habrá atrocidades, vueltas de tuerca, claras muestras de corrupción, un Val Kilmer irreconocible, un Toby Jones señorial como de costumbre y un J.K. Simmons jugando al hombre enigmático.
Lo dicho: mejor estar atento desde que empieza la proyección, porque aquí nadie rebobinará nada y si usted se perdió alguna pista, como suele decirse, fue.