El muñeco de nieve

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

SANGRE EN LA NIEVE

El sueco Thomas Alfredson se siente cómodo en los climas inhóspitos que caracterizan esa región del planeta. Además de ser un nórdico nativo, el realizador de Déjame entrar (2008) y El topo (2011) es hábil a la hora de desenvolverse en terrenos poco amigables como las tupidas y prolongadas nevadas, o las frondosas estepas cubiertas por metros de hielo y nieve. También (y como se vio en sus filmes previos) su estilo narrativo se caracteriza por un relato centrado, por una parte, en la coralidad, y por el otro, en el despliegue del género policial tintado de elementos propios del suspenso y el thriller. El muñeco de nieve, por supuesto, no es la excepción, sino más bien el ejemplo por excelencia, ya que combina ambos rasgos estilísticos.

Con un prólogo violento se da inicio a una película que todo el tiempo rescata no sólo la recurrencia de familias disfuncionales, sino también el esbozo de un retrato de época cuando insiste en una puesta en escena fanática de la descripción de espacios público o privados en un afán por caracterizar un “modo de vida” particular, como, sin dudas lo es el nórdico. La cámara de Alfredson se empeña en mostrarnos un doble punto de vista cuando, parece que estamos del lado de los investigadores, sin embargo irrumpen una y otra vez planos en los que podemos observar desde la distancia (y a través de pintorescos ventanales) la vida de los otros, o más bien, de las presas.

En Oslo, un grupo de investigaciones criminales se dedica al rastreo de mujeres desaparecidas guiado por Harry Hole (Michael Fassbender) y Katrine Bratt (Rebecca Ferguson). La dupla con personalidades opuestas, pero más puntos en común de los que creen, llevan adelante la búsqueda de mujeres desaparecidas de la zona. Inmersos en la tarea policial comienzan a descubrir patrones en el modus operandi de un asesino que deja como huella, un terrorífico muñeco de nieve. Al parecer las víctimas comparten un pasado vinculado a prácticas de fertilidad y un médico macabro con graves problemas personales.

Luego del prólogo, El muñeco de nieve parece haber jugado todas sus cartas allí (todo el conflicto se halla expuesto y resuelto), y lo que sigue es un desfile de celebridades casi como excusa para la continuación del filme. Durante el desarrollo de la trama, la historia aparece fragmentada y con varios hilos sin puntada para concluir lo que se sospechaba desde el comienzo. De todos modos, esta falta de dosificación del suspense, se puede entender como una característica propia del género policial en una versión estilizada, sin embargo, apelando a varios lugares comunes como por ejemplo el uso de la tecnología para la resolución de los casos, una femme fatal inexperta y un jefe de investigación alcohólico y solitario, entre otros. Es decir, hay algo de la película que atrapa, seguramente el ambiente y las actuaciones, mientras que, al mismo tiempo cansa. Déjame entrar fue perfecta, por eso es mejor quedarse con esa imagen de Alfredson.

Por Paula Caffaro
@paula_caffaro