"Ade Due Damballa ¡Dame el poder te lo suplico!" Así comenzaba el ritual de Chucky, nuestro muñeco maldito, cada vez que encontraba una víctima. Pero ¿escucharemos otra vez el ritual Damballa en esta nueva entrega?
"El muñeco diabólico" se vio por primera vez el 17 de noviembre de 1988 y su estreno, para ese entonces, dejó una buena impresión no solo en público sino que también en las críticas. Aunque no corrieron con esa misma suerte sus películas posteriores, este año casi 31 años después el director Lars Klevberg vuelve a confiar en el muñeco y lo trae de regreso en una remake poco fiel a la original pero con mucha tecnología y originalidad.
Cabe aclarar que si vamos a ver la película apelando a la nostalgia tendremos un golpe certero al corazón ya que si antes el puntapié era un asesino en serie que en plena agonía acudía a un ritual satánico y así trasladaba su alma a la criaturita de plástico, ahora es todo lo contrario. El punto de partida de esta entrega es la “venganza” de un empleado compañero de la mama de Andy, que luego de ser echado por baja productividad, deshabilita los protocolos de seguridad de los muñecos Buddy (Si, leyeron bien. Ahora el muñeco no se llama más Chucky), lo que podría entenderse como un guiño directo a Toy Story.
"El muñeco diabólico" abraza también la comedia negra y por momentos desaforada, sobre todo en la larga secuencia central que transcurre en un supermercado. A su vez, podemos decir que la involución de las películas del pequeño muñeco la terminó redirigiendo de la categoría de terror al gore, con toques de comedia y horror. Lo que si se sigue manteniendo es lo sangriento que puede llegar a ser el pequeño animatronic, la esencia de los personajes, las locaciones y su ambientación.
Sin más pretensiones más allá de entretener una hora y media y sabiendo diferenciarse de la original, Chucky o mejor dicho Buddy, logró adaptarse a este siglo XXI de la mejor manera, pudiendo encajar muy bien en las nuevas generaciones. Esta divertidísima e inteligente actualización de la saga tiende plenamente la mano a los nuevos aficionados al género.
Por Keila Ayala