Yo soy tu amigo fiel.
Chucky, el muñeco icónico del género de terror regresa una vez más pero de una manera inventiva y divertida para las nuevas audiencias. El otrora muñeco poseído por el alma de un asesino, y que tuvo nada menos que 6 secuelas desde aquella primera entrega en 1988, ahora es traído una vez más a la pantalla grande presentando una nueva versión del personaje. El reboot, a cargo de Lars Klevberg, ofrece una versión más moderna del muñeco asesino al hacer que esta vez las dosis de terror y violencia vengan de la mano de un juguete interactivo de avanzada tecnología que sale a la venta tras haber sido hackeado por uno de los esclavizados empleados vietnamitas de la empresa.
Es así que con ese cambio drástico en el origen de Chucky (voz de Mark Hamill) el film se presenta como una relectura moderna del clásico de horror, conservando muchos elementos del original pero sabiendo cuándo innovar y tomar autoconciencia del tipo de relato que es. Es por ello que la trama puede pasar del horror a la comicidad más absurda de un momento al otro, porque no deja de tratarse de un film algo tonto en su forma y planteo: nunca se toma en serio a sí mismo y allí es donde reside su divertido encanto. En su desarrollo se percibe como un film algo desparejo, pero que cuando decide apelar y centrarse en el tono de comedia funciona de gran manera; al menos mucho más que cuando intenta sin éxito ser una producción de terror hecha y derecha.
El tono cómico y absurdo de la historia se logra principalmente gracias a dos factores. Por un lado se debe a la presencia del malhablado y macabro juguete, que así como no escatima en crear un baño de sangre a su alrededor, también brinda sus grandes dosis de risa con el ridículo uso de expresividades o las interacciones con los humanos. Por otro lado, es gracias al joven Andy (Gabriel Bateman) y su grupo de amigos conformado por Falyn (Beatrice Kitsos) y Pugg (Ty Consiglio), que la historia funciona como una suerte de clásica comedia de amistad — hay una gran cantidad de referencias a E.T.— pero tomando los estereotipos para tratarlos de una forma más retorcida y burlona. Incluso, el rol de la madre de Andy, a cargo de la actuación de la comediante Aubrey Plaza, está al servicio de un tono humorístico que se halla presente la mayor parte del tiempo.
Situaciones como el intento por parte de los niños, y el juguete, de asustar al novio de su madre para deshacerse de él o los momentos en que los jóvenes protagonistas deben librarse de un cadáver como si se tratara de una comedia de enredos, funcionan gracias a la frescura carismática que poseen y la ligereza narrativa con la que es llevado el relato. El muñeco diabólico —o más bien el muñeco hacheado— no es una gran película, de hecho está lejos de ser considerado como un producto bueno. Pero es la elección de un encantador elenco que funciona con lo justo y necesario que el film termina funcionando con el mero fin de divertir a su audiencia.
Los momentos más característicos del género de horror son los que no terminan de funcionar, ya que hay un cambio muy notorio en su ritmo y en la simpleza con la que se desea apelar al susto más burdo, algo que termina entorpeciendo y dificultando un tanto a la totalidad del film. Sin embargo, es en el resultado final y en la reacción inmediata con la que el espectador se queda tras verlo, que el film prevalece como una opción divertida y original que se separa de todo lo visto anteriormente del personaje creado por Don Mancini a finales de los ochenta. Una sonrisa de maldad se dibuja en el nuevo rostro de plástico del juguete y una sonrisa de diversión en el rostro de su espectador.