Amistades peligrosas.
El Muñeco Diabólico es la remake de la popular película de terror homónima realizada en 1988, dirigida por el noruego Lars Klevberg. En la versión original Chucky posee la voz de Mark Hamill, quien nunca abandona el tono inocente, lo que lo vuelve aún más siniestro al contrastar la misma con sus acciones. Y completan el elenco Aubrey Plaza, Gabriel Bateman, Bryan Tyree Henry, Trent Redekop y Tim Matheson, entre otros.
En esta ocasión Chucky no es un muñeco poseído por el alma de un asesino mediante un hechizo vudú, sino que es un robot doméstico manejado mediante una app programado para hacer el mal por un empleado despedido que busca venganza. Pero va a parar a la casa de Karen, una empleada de una juguetería que se lo regala a su hijo Andy sin conocer su origen. Pero este muñeco comienza a asesinar a las personas que no son del agrado del niño sin que este lo sepa, con el objetivo de verlo feliz. Esto es un punto en contra, porque le resta su objetivo a este personaje, y por lo tanto lógica a una trama que, a pesar de resultar absurda, se sostenía en buena parte gracias al humor negro.
Pero lo que hace que la película mantenga el interés del espectador a pesar de lo absurdo de la premisa es el muy buen montaje de las escenas de asesinatos, un tanto rebuscados como los de Destino Final y sus secuelas, en el que se muestra la sangre justa y necesaria para rematar el clima de suspenso generado previamente. Y esto se logra también gracias a efectos prácticos de maquillaje, mucho más eficaces en estos casos que el CGI.
Otro punto a favor que tiene la película es el muy buen trabajo de fotografía, a cargo de Brendan Uegama, que contrasta muy bien la luminosidad excesiva de la juguetería donde se vende este muñeco, o las publicidades que explican cómo funciona con la oscuridad, también excesiva, del resto de los ambientes. Este mensaje irónico, contribuye a generar una mayor sensación de peligro, que es lo que hace funcionar al cine de terror.
En conclusión, El Muñeco Diabólico es una película en que la forma en la que se cuenta le gana a su contenido. Y aunque se extraña el humor negro cuyo potencial pudo haber sido mucho más explotado, su puesta en escena es efectiva y muestra a un director con oficio y sin pretensiones que tiene un futuro promisorio dentro del género.