En esta ocasión y a diferencia de las anteriores, ya no es un muñeco poseído, ahora es digital y su uso es a través de un programa creado por un empleado que acaba de ser despedido y busca venganza. Pero cae en la casa de Karen (Aubrey Plaza), una madre soltera que le regala a su hijo Andy (Gabriel Bateman) el muñeco Buddi, quien mata sin que nadie lo sepa a todos aquellos que tengan algún problema con Andy para verlo contento.
Su desarrollo tiene bastante humor negro, entretiene al espectador con parodias, toques se sátira, mantiene el espíritu de las anteriores, hay sangre, suspenso, tiene muchos guiños y un buen trabajo de fotografía, aunque sea siniestra hasta puede resultar divertida y sin ser demasiado pretenciosa logra llevar a buen puerto su propuesta.