Los cines le dan un espacio al anime con el estreno de El niño de la bestia de Mamoru Hosada.
Un día, Kyuta, un niño solitario que vive en Tokio, cruza la frontera al otro mundo y entabla una amistad con Kumatetsu, una criatura sobrenatural aislada en un mundo fantástico, convirtiéndolo en su amigo y guía espiritual. Un encuentro que los llevará a vivir multitud de aventuras.
Miyazaki puede que se haya retirado pero sus discipulos se mantienen activos en los últimos años; este es el caso de Mamoru Hosada; que dirigió la esplendida Summer Wars.
El niño y la bestia toma algunos aspectos visuales de la factoría Miyazaki y el concepto de mundo fantástico escondido entre nosotros.
La paleta visual, como era de esperar, ya de por si es una obra de arte. El paso de las estaciones, la construcción de las ciudades (el contraste entre el lugar de los humanos y las bestias); y el modelado de los personajes expresa lo mucho que ha avanzado la animación fuera de Hollywood.
Lo espiritual también esta presente con el concepto de la espada y el corazón; y la oscuridad de los humanos frente al mundo animal.
Pero en donde se destaca la obra es en su narración. Los protagonistas hacen una completa empatía con el espectador; y a medida que crecen; lo hacen física y mentalmente de una manera muy natural. A pesar de ser tan distintos por fuera; su personalidad son dos gotas de agua, juntos se completan; Kyuta y Kumatetsu terminan encontrando lo que buscan en el otro.