Un papá genial.
Pocas veces tenemos la oportunidad de ver en los cines argentinos una película de animación japonesa. Y ni hablar si las piezas no pertenecen a Studio Ghibli o, excepcionalmente, a grandes que han triunfado como series. Ejemplos de esto se da con las dos películas de Dragon Ball: La Batalla de los Dioses y La Resurrección de Freezer.
El niño y la bestiaMágica y reflexiva, Mamoru Hosoda nos trae una historia de tenacidad, dolor y reconciliación. Es necesario aclarar que hablamos del autor de la tan popular Los niños lobo. Sin embargo, El niño y la bestia fue el debut de Hosoda en las pantallas argentinas. Aunque a primera vista creemos que nos encontramos con una película infantil, con el correr de las escenas descubrimos que no es ese el público al que apunta.
Ren tiene nueva años y acaba de perder a su mamá y quedará a cargo de unos familiares que mucho no le agradan. Ante esto decide huir, y vaga por las calles de Shibuya acompañado de una especie de ratoncito blanco. Escondido entre las sombras de la ciudad conoce a Kumatetsu, un oso bastante rudo que le pregunta de malos modos si quiere ser su discípulo. Ren lo sigue y termina transportándose al mundo de las bestias.
Resulta que en este mundo el gran Señor ha decidido que reencarnará, y como tal necesita un sucesor. Kumatetsu es uno de los principales candidatos, pese a que su mala educación le juega en contra, el gran Señor le pide que tome un discípulo para poder competir por el título. Kumatetsu es bruto y arrogante, y como tal no tiene experiencia como mentor. Sin embargo toma a Ren como su discípulo apodándolo Kyuuta (Kyuu: 9 en japonés) y se convierte en la primera bestia que trae a un humano a ese mundo. La convivencia entre Kyuuta, Kumatetsu y los amigos de este último se hace bastante caótica pero de alguna manera parece funcionar.
La figura paterna que le ofrece Kumatetsu a Kyuuta es la que tejerá los hilos de la historia. Parece al principio un cuento típico, pero como Hosoda suele hacer, lo predecible se torna impredecible y nos encontramos en un terreno de auto superación. El desarrollo de Kyuuta trae consigo las dudas de todo joven, quien tiene que lidiar con ser un humano en un mundo de bestias y un niño salvaje en el mundo humano. Los cambios alteran el orden de su vida pacifica con Kumatatsu y el vínculo entre ellos tambalea.
El arte es palabra mayor en este caso con escenarios coloridos, realistas y fantasiosos en perfecto equilibrio. La pieza es algo larga y se hace densa al inicio pero el autor logra proponer un desenlace ordenado, sin caer en lo apresurado y con maravillosas reflexiones. Los distintos personajes secundarios condimentan la trama, y le dan ese toque maravilloso y humorístico, aunque sean la calma que precede a la tormenta.
Conclusión:
El niño y la Bestia no es una película para menores de 10 años, ya que los aburriría y se perderían de la magia que trae esta historia. Ideal para ver con púberes y adolescentes, y para el adulto que sabe disfrutar el cine de animación japonesa. Una película que perdura en el tiempo, dibuja sonrisas y lágrimas.