CANTOR CANTADO
La directora Silvia Majul logra un sencillo y a la vez honesto homenaje a la figura de Daniel Toro, uno de los más grandes compositores de la música argentina y especialmente del folklore (pequeñas digresión: no le interesa a nadie, pero debo reconocer que el folklore no es un género de mi predilección, aunque Zamba para olvidar sí está entre mis canciones favoritas). El nombrador, una película sobre Daniel Toro, se construye sobre la idea del viaje, que es el que emprende Daniela Toro, una de las hijas del artista (también cantante), hasta la casa de su padre en un recorrido que atraviesa su historia artística pero también la del reconocimiento de sus pares. Precisamente en esas paradas, cuando Daniela charla con cantantes de la talla de Teresa Parodi, Abel Pintos, Víctor Heredia o Diego Torres, pero también con varios de sus hermanos, es donde se descubre la trascendencia del homenajeado.
Decíamos de El nombrador que era un documental sencillo, y eso surge de su forma, que recurre a las entrevistas en primera persona y (afortunadamente) a esporádicas ficcionalizaciones. La concentración está dada en los testimonios, en la fuerza de las palabras que tratan de hacer lo posible para darle justicia a un artista enorme. Y lo de sencillo no es algo menor, puesto que el documental podría haberse empantanado en darle un vuelo mayor y poético para empardar con la poesía de Toro, que vuela en algunas piezas como El antigal (compuesta por Ariel Petrocelli). Decíamos también honesto, porque hay evidentemente en Majul la necesidad de contar y registrar esta historia, pero también eso se filtra en la forma pudorosa con que la cámara lo captura al borde de las ocho décadas de vida. El despojo de la película, entonces, encaja perfectamente con el recorrido de la vida de su protagonista, quien luego de padecer un cáncer de garganta fue perdiendo la voz y eso lo alejó de los escenarios no sin convertirlo en un mito.
Acierta Parodi cuando resalta que la trascendencia de un artista como Daniel Toro radica en la forma en que encontró la verdad en lo simple. Esa “lengua popular” de la que ha hablado Andrés Calamaro en alguna oportunidad y que Toro representa cabalmente. Un cantor y poeta respetado, que es a su vez cantado por otras generaciones, como lo recuerda Abel Pintos entre lágrimas (hay un archivo de imágenes muy atractivo, especialmente un video con Miguel Abuelo cantando El antigal). Pero no solo de canciones de amor vivió el hombre, también tuvo una faceta política, la cual lo llevó a ser prohibido por la última dictadura militar. Y la película no solo lo recuerda sino que lo plasma a partir de la potente versión de Cuando tenga la tierra que ejecuta Ricardo Mollo. Ese es el puente perfecto que hace el documental, tradiciones que atraviesan generaciones. El arte de gente como Daniel Toro precisamente se encarga de construir esos puentes. Y por eso no muere.