Matthieu Delaporte y Alexandre De la Patellière adaptan a la pantalla grande su propia obra teatral que arrasa desde varios años las taquillas de los teatros franceses, logrando una comedia fresca, ágil e inteligente protagonizada magistralmente por cinco actores que llevan la diversión y los momentos de tensión al extremo.
La historia se desarrolla en el curso de una cena de amigos, bastante heterogéneos y unidos por estrechos vínculos afectivos y familiares, donde un pequeño juego por adivinar cual es el nombre que recibirá el futuro bebé de una de las parejas desencadenará toda una serie de reproches y resquemores que abrirá las viejas heridas de muchos años de relación entre los cinco.
El nombre del futuro bebe será el eje inicial y punto de discordia que enfrentará a cada uno de los personajes, desvelando sus verdaderos secretos, opiniones y pensamientos mas íntimos a través de mordaces e inteligentes diálogos que recuerdan en algún punto al genial Woody Allen.
Es prácticamente inevitable relacionar El Nombre con la última película de Roman Polansky Un dios salvaje, similar en su vertiente teatral y con quien guarda similitudes estéticas y estructurales, además de ser también una producción francesa.
En ambas la trama gira en torno de una discusión y la acción transcurre en el interior de un apartamento, con una puesta embebida de una atmósfera teatra, pero las diferencias radican en el tema y como la dupla de directores supo optimizar admirablemente las posibilidades escénicas del reducido espacio con un montaje ágil y variedad de planos que dinamizan la escena.
Notables interpretaciones que retratan con profundidad y verosimilitud la galería de personajes que sacan a relucir sus miserias y sentimientos (un intelectual de izquierda ajeno a la realidad y su abnegada esposa, su inculto y snob hermano con su atractiva mujer de apariencia frívola y otro amigo aparentemente homosexual), terminan por conformar esta imprevisible e hilarante tragicomedia que entretiene y divierte inteligentemente.