Cada cosa por su nombre
Tras el éxito de la obra de teatro Le Prenom, sus mismos creadores Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière se ponen detrás de cámara para realizar la versión cinematográfica. Al igual que el texto original, El nombre (Le prénom, 2012) explora en una cena familiar la hipocresía intelectual burguesa a través de la comedia.
Vincent (Patrick Bruel), de carácter bromista y ganador, va a ser padre por primera vez y es invitado a cenar a la casa de su hermana y marido. Pierre (Charles Berling), su cuñado, es su gran amigo de la infancia pero también un obsesivo intelectual universitario con quien tiene discusiones ideológicas. Además de sus respectivas esposas, Anna (Judith El Zein) y Elisabeth (Valérie Benguigui), se encuentra Claude (Guillaume de Tonquedec), otro amigo de la infancia. Entre bromas traídas a razón del nombre del futuro bebé, se develan más de un secreto en el entorno. Lo que sería una agradable velada se vuelve un calvario de confesiones.
El éxito teatral se extiende a la Argentina donde la obra se encuentra en cartel dirigida por Arturo Puig. Y es lógica la magnitud del éxito, pues de manera sencilla y divertida la obra es crítica del pensamiento progresista, acentuando sus prejuicios y contradicciones. Y en este punto se puede observar un gran manejo de los autores en la construcción dramática tanto de la historia como de los personajes, sorprendiendo y haciendo seductora cada escena.
En tal actitud la película encuentra parentesco con Un Dios Salvaje (Carnage, 2011), donde la apacible cortesía entre dos parejas se tornaba violenta y animal, para distinguirse del conflicto juvenil que defendían. En este caso, y sin la exacerbación de la situación, las diferencias personales se exponen sobre la mesa cambiando el curso de las relaciones entre los integrantes reunidos. Para marcar rápido una diferencia entre ambos relatos, en El nombre lo atractivo son las infantiles discusiones que terminan detonando grandes verdades. Siempre desde la comedia.
El film se distancia de la versión teatral en la presentación de cada personaje con imágenes descriptivas de pensamientos, comportamientos y recuerdos. Siendo lo mejor el comienzo, con la explicación histórica de los nombres de cada calle de Paris. Con este dato, el film adquiere universalidad para hablar de la sociedad –parisina en este caso- en su conjunto. Por lo demás, no hay grandes cambios con respecto a la puesta teatral, pero el poder de síntesis en los recursos visuales mencionados, le da a El nombre un carácter sumamente enriquecedor.