El Nombre, son de ese tipo de películas que uno desea que termine antes de tiempo. Con el mismo ritmo y montaje que utilizó Jean-Pierre Jeunet en el 2001 con Amélie para conocer sobre su vida y familia, el director Alexandre de La Patelliére toma los mismos recursos para que nos enteremos de la suerte que tiene el chico del delivery (personaje que nunca más aparece) pero que hace de hilo conductor para presentarnos al matrimonio compuesto por Élisabeth y Pierre: los dos son profesores y sabemos sobre su vida profesional y cotidiana con un montaje extremadamente rápido y una voz en off que remarca todo lo visualizado.
La pareja decide invitar a cenar a su casa a Claude, un amigo de la infancia; Vincent, hermano de Élisabeth y futuro padre y, mientras esperan a la embarazada Anna (esposa de este último), estas cuatro personas comienzan un diálogo, seguido de discusión, sobre el nombre que le pondrán el pequeño por nacer. Casi olvido mencionar que a los comensales también se los va a conocer a través de su currículum vitae visual.
Todo sucede dentro de la casa, específicamente en el living y comedor. Si con este dato uno imagina que puede estar cerca de la opresión que generó la película Un Dios Salvaje (Carnage) de Román Polanski, lejos estará de encontrarse con el mismo contenido.
El Nombre, es un film donde los actores se la pasan gritando, discutiendo sin sentido, porque lo que comienza con una broma termina mal pero de mal modo, y cuando se cree que está en el coletazo final... la película continúa, estirando la historia con insert de situaciones imaginarias que no aportan.
Y otra vez, casi que termina pero no! Falta que se cumplan los 9 meses de embarazo para saber cual será el nombre que llevará el recién nacido. Por suerte, esas nueve lunas, el director se apiada de los posibles espectadores para narrarlo con un montaje frenético, música cordial y agradable, muchas sonrisas y... Fin!