Mandarinas, es, tal vez, la película más reconocida en los últimos años de Georgia. Proveniente de un país muy joven, retrata las consecuencias de una guerra ajena. La historia está situada en Abjasia, una república autónoma dentro de Georgia. Los conflictos étnicos llevaron a los paramilitares a enfrentarse con el gobierno georgiano durante unos años por la década de los 90. A diferencia del resto de los habitantes que emigraron a la ciudad para huir de los bombardeos, Ivo decide quedarse en su casa para ayudar a su vecino Margus con la recolección de mandarinas, la mejor cosecha que ha tenido en años. Ambos están solos en medio de una guerra civil. Tras un tiroteo próximo a sus viviendas, Ivo alberga en su casa a dos soldados heridos pero de bandos enfrentados. Cuando el checheno y el georgiano registran que están viviendo bajo el mismo techo, juran que al sanarse seguirán su lucha mano a mano. Pero durante ese proceso de curación, Ivo les hará darse cuenta lo absurda que es la guerra. Un cine joven retrata los recientes conflictos bélicos. Con diálogos sorprendentes, Mandarinas es una película antibélica, que muestra la generosidad de las personas que han transitado todo tipo de situaciones pero que no poseen rencor por el otro y, además, todavía conservan la capacidad de perdonar a pesar de todo. Quién se sienta atraído por Mandarinas, por su historia y calidez, también puede encontrarla en La isla de maíz, una nueva producción que se sitúa en el mismo territorio y problemática pero desde otro ángulo de observación.
Cuando Joseph McCarthy creó las famosas “Listas Negras”, gran parte de la población artística de los Estados Unidos se vio obligada a permanecer en las sombras ya que eran considerados traidores a la patria por ser comunistas. Elia Kazan, Gary Cooper y Arthur Miller, entre otros tantos más, llamaron a esta persecución -solo por pensar distinto al gobierno- como: “Caza de Brujas”. El estreno que llega ahora, Regreso con gloria, refleja cómo el guionista Dalton Trumbo, en ese mismo periodo, también se vio obligado a firmar sus libretos con distintos seudónimos para poder continuar con su trabajo cuando se encontraba en la cima de Hollywood. De todas formas, siguió creando y corrigiendo guiones para mantener sus ideales. No importaba si le pagaban monedas o su guión ganaba un Oscar, el impulso lo hallaba en expresar entre líneas su pensamiento. A pesar de todo, tuvo que enfrentar a John Wayne que venía con las botas de punta como Presidente del Comité de Actividades Antiamericanas y un año en prisión por negarse a declarar -o delatar a sus compañeros-, ingresando a una nueva lista apodada por la prensa de la época como “Los 10 de Hollywood”. Trumbo mantuvo sus ideales a pesar de ser perseguido. Una vez en libertad, pero siempre vigilado, Trumbo logró su más esperado reconocimiento cuando logró firmar con su verdadero nombre. Esta recuperación de su identidad la logró gracias al director Otto Preminger y el actor Kirk Douglas a quienes no les importaron las presiones y acudieron a él para que se encargara de escribir Exodus y Spartacus. Regreso con gloria, es sin dudas, una biopic de Dalton Trumbo que refleja (y a pesar de todo) con humor una época atroz de Estados Unidos. Paradójicamente, esta película despierta un pasado que parece repetirse en la fábrica de los sueños. En la última ceremonia de entrega de los premios Oscar se manifestó lo que viven en la actualidad los actores de piel morena, presentando un discurso directo a las barbaridades que manifiesta Donald Trump.
Tommaso es un reconocido cardiólogo italiano. Su esposa abandonó su vida real para dedicarse a ser la señora de la casa volcada al aburrimiento y el vino. Su hija, chica hueca y con pocos méritos, vive puerta por medio con un esposo un poco igual a ella. Andrea, su hermano, que deberá seguir los pasos de su padre, decide inesperadamente aferrarse a la vida sacerdotal. Esta noticia, que golpea como un baldazo de cemento en la cabeza de su padre, será la pista que tendrá Tommaso para develar qué esconde el Padre Don Pietro, lavador de cerebros. Si Dios Quiere (Se Dio Vuole), presenta en muy pocas escenas al grupo familiar como los máximos representantes de cada estereotipo de la clase alta romana y un ejemplo de sacerdote fuera de los estándares establecidos. En esta comedia italiana se encuentran en veradas enfrentadas la fe más auténtica contra la razón más estoica. Bajo una mentira, Tommaso empieza a frecuentar al Don Pietro pero pronto descubrirá la verdadera razón de ser Edoardo María Falcone centraliza la película en las relaciones sociales y culturales a través de dos miradas opuestas pero lejos de la palabra religiosa. Si Dios Quiere, no es una película de sotanas y anti-cristos, sino uno representación real de lo que uno es verdaderamente.
Stéphane Brizé posee una sorprendente habilidad para narrar. En 2009 se estrena Mademoiselle Chambon, un drama romántico tan similar a In the Mood for Love pero en versión francesa. Tres años después, llega con Algunas Horas de Primavera con una hermosa participación de Emmanuelle Seigner. Ahora es el momento de El Precio de un Hombre (La Loi du Marché). Estas últimas producciones cuentan con el protagónico de Vincent Lindon, un actor capaz de llevar con autenticidad cualquier papel que le presenten. Brizé, ahora, se corre del plano amoroso para mostrar lo que vive la sociedad de clase media francesa en la actualidad. Algo similar lo habían filmado los hermanos Dardenne en Dos días, una noche. Thierry tiene una familia que mantener y lleva varios meses sin trabajo. Las oficinas de búsquedas de empleos le ofrecen pocas alternativas. El banco le avisa que se está quedando sin ahorros y le brinda algunas soluciones atroces. Vender sus pertenencias para generar ingresos es como vender el oro que hay en el Vaticano, comida para hoy, hambre para mañana. De alguna manera tiene que continuar, mantener la frente en alto. Con la frente en alto, cuestión de dignidad. Pronto lo vemos como agente de seguridad en un hipermercado. El trabajo consiste en vigilar, controlar que todo esté en orden, que nadie se robe comida, que ningún cliente o empleado se lleve algo que no está permitido. De a poco pareciera que el nudo de la corbata de Thierry se va ajustando. Dignidad y tolerancia, todo tiene su precio. En este drama social, Brizé toma distancia para dar paso a la problemática de cada personaje. Cada uno de ellos es un mundo, cada escena es tan realista hasta rozar lo documental.
Vivianne Amsalem nació en 2004, un personaje creado por la actriz y directora Ronit Elkabetz junto a su hermano Shlomi Elkabetz, para la película Tomar una Mujer (To Take a Wife). Ambos llevaron adelante la historia de una mujer israelí que desea divorciarse mientras que todo su entorno trata de convencerla de lo contrario. Gritos, maldiciones, platos rotos, hijos y suegra, conviven todos bajo el mismo techo. Este film es la primera parte de una trilogía que comienza con el principio de un largo fin, un doloroso camino que representa la desdicha de una mujer frente a una sociedad machista y religiosa. En el 2008, los Elkabetz presentan 7 Días (Shiva). En este largometraje, el hermano de Vivianne ha fallecido y todos los integrantes la familia deberán convivir durante una semana encerrados en la casa del difunto, prácticamente sin contacto con el exterior que es atacado y bombardeado por el enemigo. La tensión está adentro y afuera, no hay un lugar seguro y tranquilo. La casa donde todos comen, rezan, lloran y duermen es una olla a presión que no tardará en estallar. Los trapitos de a poco se ventilan y los engaños amorosos y económicos surgen desde las profundidades de años de silencio. En esta película, Vivianne se encuentra separada de su esposo Simon que intenta por todos los medios reconstruir su matrimonio. El año pasado se presentó el cierre de la trilogía con Gett: El Divorcio de Vivianne Amsalem (Gett). En esta tercera parte, Vivianne intenta durante largos meses separarse frente a un tribunal teocrático. Ella, junto a la representación de su abogado, respeta y cumple con todos los obstáculos que los jueces le imponen. Pero nadie valora su deseo, su clara convicción de separarse definitivamente del hombre al que está anclada, que no ama y detesta después de tanto tiempo. Luchar aunque cueste toda una vida. En las tres películas, la representación de las situaciones son claustrofóbicas generando opresión y un aire viciado. En la primera y segunda parte, todo se centra dentro del hogar del matrimonio o del fallecido, mientras que en la última la historia sucede en la oficina del tribunal, suprimiendo el exterior, la libertad. La mirada del cine israelí pone en foco lo que le sucede a una parte de la sociedad que intenta abrirse camino con nuevas aspiraciones. Así, como La Maestra de Jardín de Infantes (A Kindergarten Teacher) trata de mostrar lo desamparados que se encuentran los poetas, esta trilogía proyecta el esfuerzo de una mujer con deseo propio.
Un Nuevo Despertar (The Humbling) comienza con un Al Pacino que dialoga frente al espejo en su camarín mientras que se oye de lejos que le faltan tantos minutos para su aparición en escena. Pero algo sucede y la escena que acabamos de ver se reconstruye girando en otro sentido. De entrada el director Barry Levinson nos avisa que nada de lo que vayamos a ver será real, o tal vez sí pero la realidad desde la óptica de un actor, gran representante de la realidad y de la ficción en su máxima expresión. Al Pacino casi que se representa a sí mismo, él lleva adelante el personaje de Simon Axler y toda la película la carga en una espalda que ya no puede contener más el pasado. Para agregarle un grado más de ridiculez a la vida devastada se suma la presencia de Greta Gerwing como Pegeen, la hija de una amiga que de chica siempre estuvo enamorada de Simon y su mundo. Un Nuevo Despertar muestra el crepúsculo del actor. La aparición de Pegeen será el presente y el futuro lejos del escenario. Ella será quién le demuestre que está en el olvido convirtiendo su pasar en una gran parodia. Levinson, director de Buenos Días, El Mejor, Vietman y Rain Man, apuesta llevar al máximo la decadencia e indiferencia que sufren los actores y Pacino se presta notablemente en mostrarse como tal poniendo todo el cuerpo en la película. Un nuevo despertar, tanto como Birdman, muestra la desdicha actoral en comedia pero con un trasfondo bastante dramático.
Lance Armstrong, el gran ciclista americano, confesó en 2012 que utilizaba distintas hormonas y transfusiones de sangre para aumentar el rendimiento físico en cada competencia. Por esta revelación, la Unión Ciclista Internacional anuló todos sus galardones desde 1998. La directora checa, Andrea Sedlácková, propone una historia donde el desafío personal y el conflicto mundial participan de la misma carrera. La película Juego Limpio (Fair Play), pone en el centro de la cuestión a una atleta que desea clasificarse para los próximos Juegos Olímpicos en Los Angeles en 1984. El problema radica en que la protagonista vive en Checoslovaquia, su padre vive del otro lado del telón de acero y su madre es perseguida por subversiva. En este contexto Anna (Judit Bárdos) debe someterse a la presión del Comité Atlético y aceptar aplicarse inyecciones de anabólicos para lograr clasificarse. Claro, todo contra su voluntad. Anna no para de correr, entrena con el agua hasta las rodillas, con nieve, subiendo montañas y en la cinta fija, y así y todo su entrenador y los ejecutivos de escritorios le exigen cada vez más. Como si esta presión no fuera suficiente, su madre, ex tenista porque el sistema la envió a limpiar baños, es cómplice de la atrocidad que puede afectar el físico de su hija a futuro. Todas las noches, ella aplica una dosis de Stromba, un fuerte anabólico, para que Anna logre mejores marcaciones cada vez que cruza la línea de llegada. Sedlácková, propone una historia donde el desafío personal y el conflicto mundial participan de la misma carrera. Además de la alta exigencia corporal, por culpa del pasado tormentoso de su madre, le niegan el permiso para visitar a su padre mientras que su novio se traslada con su familia a Austria. Anna se encuentra sola y detenida en el tiempo: el ayer que no se puede nombrar mientras divisa un futuro bastante incierto. La directora en esta película ficciona una historia con un marco realista. Los Juegos Olímpicos celebrados en Moscú en 1980 sufrió el boicot de Estados Unidos y otros 65 países aliados a la decisión del presidente Carter. Cuatro años después, Moscú junto a 14 países ligados estrechamente se negaron a participar de la nueva edición realizada en Los Ángeles.
Las películas de adolescentes de estos tiempos siempre las considere livianas, banales y repletas de cliché pero la revisión de Ciudades de Papel (Paper Towns) hizo cambiar mi parecer o por lo menos este film si amerita una de devolución positiva. Ciudades de Papel está basada en uno de los primeros libros del americano John Green -más conocido como el autor de Bajo la Misma Estrella- que retoma una vez más los complejos que viven los chicos de 16/17 años. En esta nueva historia, Quentin (Nat Wolff) es un joven que desde pequeño ha estado enamorado de su vecina de enfrente. Con el paso de los años su amistad se diluye y mientras él se convertía en un outsider, ella, Margot (Cara Delevingne), era la dinamita a donde fuere. Un tiempo antes de graduarse Margot lo invita a una noche de aventura por la ciudad y ayudarla a vengarse de aquellas personas que la traicionaron en su corta vida. Pero al siguiente día Margot desaparece sin dejar pistas aparente, excepto para Quentin. De acá en delante la película cambia el curso dejando atrás todos los lugares comunes que puede tener este tipo de historias para convertirse en un buen mensaje sobre la amistad, los cambios de etapas y el descubrimiento de uno mismo. Ciudades de Papel no es tan liviana como aparenta. El guión pone en valor las distintas clases de amigos de acuerdo a la edad y experiencia vivida. Existen amistades que perduran toda una vida pero en el camino vamos perdiendo al resto, como las compañías en la escuela o luego en la universidad. Caminos que se juntan y se bifurcan pero los momentos compartidos siempre van con uno. Quien transita ese recorrido hacia la adultez ira evolucionando conforme a su deseo y sus proyecciones en la vida, y Ciudades de Papel traza todo ese camino con sutileza.
Israel Horovitz, se anima a sus 75 años llevar a la gran pantalla una de sus tantas autorías teatrales. Conocido en ese ámbito y también como guionista cinematográfico, adapta en esta ocasión una obra que escribió hace más de 13 años y la filma en París con un trío memorable. Maggie Smith, Kristin Scott Thomas y Kevin Kline, son los encargados de mover la historia entre los muros de una casona heredada. Mi Vieja y Querida Dama (My Old Lady), no es una película que sorprenderá con su historia o su gran puesta en escena pero tanto el elenco protagónico como el resto del reparto hacen de este drama una película agradable para disfrutar. Kline, bajo el papel de Mathias, llega a París con un único deseo: heredar una propiedad que le dejó su padre antes de morir. Cuando llega a la antigua casa, se encuentra que allí vive la anciana Mathilde (Smith) junto a su hija Chloé (Scott Thomas) y por una cuestión de contrato, él deberá pagar una especie de pensión mensual a la actual residente hasta que ella muera. De a poco, el pasado será el único tema en los diálogos entre Mathias y Mathilde. Él recuerda a un padre carente de afecto, culpable del sufrimiento de su madre y de sus propias desgracias. En tanto Mathilde, trata de defender a través de sus recuerdos a un hombre distinto, bondadoso y sensible. Una película ideal para ver en el teatro. Las escenas entre estos dos actores en varias ocasiones pierden el ritmo cinematográfico para acercarse más a lo teatral y además, el montaje intercalado entre el interior y el exterior, se vuelve bastante repetitivo para el avance de la historia. Si Mi Vieja y Querida Dama no hubiera contado con esas magníficas actuaciones y no hubiera sido rodada en una ciudad tan romántica como París, sería una película bastante dura de digerir.
Juliette Binoche es una de las pocas actrices francesas contemporáneas que ha tenido la oportunidad de trabajar con grandes realizadores a lo largo de su carrera y que aún en el día de hoy lo sigue haciendo. Hou Hsiao-Hsien, Godard, Doillon, Malle, Kieslowski, Haneke, Cronenberg, Kiarostami, Dumont y Assayas, son algunos de los directores que la han elegido para sus películas. Olivier Assayas le propuso a Binoche encarnar un papel donde la realidad y la ficción del actor se mezclen y dialoguen entre sí. Del Otro Lado del Éxito (Clouds of Sils Maria) habla precisamente de eso, de quién es la persona que está detrás del personaje y qué personaje crea el actor cuando está perdiendo su fama. Juliette Binoche compone a María, una actriz que logró un renombre al interpretar un importante papel cuando era más joven y ahora es convocada para representar el rol de la antagonista en la misma obra. Las cuestiones por las cuales María acepta este desafío están más relacionadas con su ego que por la falta de contratos. Su asistente, Valentine (Kristen Stewart), es quién le muestra la existencia de otro tipo de cine, de ese que se realiza con grandes presupuestos y fondos verdes, en donde los actores son más conocidos por sus problemas de drogas y alcohol que por sus brillantes interpretaciones, y de este cine prefabricado proviene la actriz con la que trabajará. Olivier Assayas actualiza el discurso de Persona. Paradójicamente, el personaje de Valentine es interpretado por Kristen Stewart quién conoció la popularidad por andar entre vampiros y ahora intenta formarse como una buena actriz, como ya se ha visto en un rol similar -y con esto me refiero a su falta de matices- en Siempre Alice. En tanto, Chole Moretz es la intérprete que pone en vilo al personaje de Binoche, dejando en evidencia que está fuera del sistema y que ya no absorbe los flashes. Assayas logra en El Otro Lado del Éxito jugar con las mismas máscaras que Bergman utilizó en Persona. Esa dualidad que proyecta el pasado y el presente en mínimos ambientes donde la representación se confunde con la realidad.