La vida secreta de las palabras
Poco, muy poco es lo que debe decirse de esta muy buena producción francesa, establecida principalmente en el género de la comedia.
Una muy buena traslación de una exitosa obra de teatro al lenguaje cinematográfico.
Digo esto a partir que, sin haber visto la obra de teatro, la utilización de los recursos narrativos visuales son puestos en juego de manera excepcional.
El filme comienza con el recorrido de una moto, piloteada por un personaje circunstancial, que recorre las calles de Paris con el fin de realizar una entrega de pizzas a domicilio.
Ese recorrido es acompañado por una voz en off, la de Vincent (Patrick Cruel, el mismo de la excelente “Un Secreto”, del 2007, de Claude Miller), que va dando cuenta del recorrido que el motorista debe hacer para entregar el pedido, de las calles, del significado y sentido de los nombres de las mismas. Todo para instalarnos en algo que es sabido a priori, por el titulo del filme: “El nombre”.
Pero también es utilizado para presentarnos a los personajes, imagen de cada uno y voz de quien es el narrador de la historia, Vincent, todos significativos, no todos presentes en el desarrollo del conflicto principal, algunos sólo en carácter de despliegue de otras subtramas, tales como la madre de los hermanos Vincent y Elizabeth, o los hijos de esta con Pierre.
Luego de la introducción de los personajes, casi todo el resto transcurre en sólo tres espacios: un comedor, un living y una cocina, pertenecientes al departamento donde vive el matrimonio conformado por Elizabeth (Valerie Benguigui) y Pierre (Charles Berling).
Esta idea de mantener las acciones en ámbitos reconocidos como teatrales no es ni inocuo, ni impensado, y menos casual. Esta puesto respetando el origen del texto y para que cada personaje tenga su protagonismo en el momento adecuado.
Se trata de una pareja de docentes, ella de escuela secundaria y él de la Universidad de la Sorbona, quienes han tenido la maravillosa idea de invitar a cenar a la pareja conformada por el hermano de ella, Vincent, y su esposa Anna (Judith El Zein), que están esperando su primer hijo, con el agregado del mejor amigo de todos, Claude (Guillaume de Tonquedec), un trombonista, miembro de la orquesta de Paris.
Todos llegaron a tiempo, sólo falta Anna, y surge la pregunta ¿Ya eligieron nombre para el bebé?
La respuesta genera un conflicto de proporciones, en principio inexplicable, por cuanto el punto es que darle el nombre a un hijo conlleva una carga no sólo para los padres del futuro ser humano, sino para toda la familia, ello respecto de la significación del nombre en relación a la historia de cada uno, a la de cada familia en particular, y a la de humanidad en general.
Hay nombres que parecen estar prohibidos por el sólo hecho de articularse a modo peligroso, tal como decía Maud Mannoni en una parte de su texto “Lo nombrado y lo innombrable” (Ed. Nueva Visión, 1992).
Es por eso que luego hará instalar los malos entendidos, que en este caso sacara a relucir los secretos, de un grupo constituido como tal a partir de los afectos y de silenciar algunos pensamientos.
El conflicto de la trama principal, inteligentemente de por sí, deja de serlo en la mitad del desarrollo de la película, para pasar a ser sólo un vehiculo que ahondara en las relaciones filiales y de amistad. Algo del orden de lo dicho en el momento menos esperado romperá con la lábil estabilidad de estas relaciones.
Esas cosas que nunca se quieren decir, palabras que se desean silenciar, pero que una vez dichas tienen vida propia y no hay retorno, hieren o agasajan, mayormente lastiman.
Hacedora de un guión de excelente factura, con diálogos muy inteligentes, chispeantes, poseedores de un humor muy fino, trabajado con un muy cuidado diseño de movimientos de cámara y montaje, harán que el encierro no sea percibido, tanto como el trabajo de fotografía y el sonido, todos con el fin de hacer resaltar las muy buenas actuaciones del quinteto recluido en ese departamento.
Una comedia dramática que respeta y hace honor a la mejor usanza francesa en el género, inteligente y profunda.
Contar algo más de la trama podría hasta sentirse como una traición para con el lector, ¡Que te sorprenda!