Catarsis familiar en tono de comedia
“El nombre” es una creación colectiva, originalmente una pieza teatral, que dado el éxito obtenido en su país de origen, Francia, sus autores y también actores decidieron llevarla al cine. Es una comedia costumbrista enfocada en un grupo de amigos de edad mediana, que se conocen desde la infancia y a pesar del paso de los años, mantienen vínculos muy fuertes.
Respetando el origen teatral del texto, toda la película transcurre en el living del apartamento de la pareja anfitriona del encuentro y casi no hay acción, es diálogo, puro diálogo. Es a través del intercambio permanente de palabras cómo los personajes se definen, siempre en relación con los otros, de modo que ésa es la manera que tiene el espectador de enterarse de qué se trata. La única ayuda que aporta el director es una especie de fichaje de cada uno, en donde se esbozan de manera sucinta los datos del pasado y los diversos rumbos que tomó cada uno al crecer.
Así el espectador se entera de la existencia de Françoise (Françoise Fabian), la madre de dos de los protagonistas, quien tendrá una participación sorprendente e inesperada en el cónclave de amigos.
En casa de Elisabeth (Valérie Benguigui) y Pierre (Charles Berling) se reúnen a cenar Vincent (Patrick Bruel), hermano de Elisabeth, quien espera la llegada de su novia Anna (Judith El Zein), y Claude (Guillaume de Tonquedec), especialista en la ejecución del trombón y amigo inseparable de Elisabeth.
Mientras la dueña de casa termina de preparar unos platos marroquíes, los demás se zambullen en el tema principal que ha motivado el encuentro. Resulta que Vincent, un hombre de negocios exitoso y jovial, parece haber decidido sentar cabeza y ha anunciado que su novia está embarazada y que esperan un niño. El desencadenante de toda esta comedia recalcitrante de enredos es la pregunta acerca del nombre que tienen pensado para el bebé.
Hay que señalar que Pierre es profesor de Literatura y se muestra muy obsesivo con las palabras y es quien se manifiesta más disconforme y hasta enojado con el nombre que supuestamente los padres han elegido: Adolphe. Su asociación inmediata con la figura de Hitler desata toda una serie de desopilantes argumentos a favor y en contra entre los comensales, que lindan en el fanatismo y el disparate. Un detonador que sirve para que entre ellos empiecen a pasarse facturas de todo tipo.
Al fin, resulta que se trata de una humorada más de Vincent, que la oportuna llegada de Anna, la futura mamá, ayuda a despejar, aun cuando los espectadores tengan que atravesar por otra catarata de sobresaltos y malentendidos, en los que afloran celos, rivalidades y disputas, que aparecen absurdas y fuera de lugar.
Las palabras
Es que el tema central, en definitiva, pareciera ser la comunicación y cómo las palabras siempre vienen acompañadas de otros elementos significativos que pueden alterar o complementar el sentido, según el contexto y las circunstancias, tanto de quienes hablan como de quienes escuchan e interpretan.
Los amigos, que se conocen desde hace tanto tiempo, se hacen bromas crueles y sacan a relucir trapitos al sol, pero quedan estupefactos cuando Claude, a quien presumen gay, revela su amor secreto por una mujer mayor, confesión que pondrá en crisis a todos.
Como también los pondrá en crisis el nacimiento del bebé, quien con su llegada desafía igualmente los pronósticos.
Todo se acepta y se incluye en esta gran familia, que apuesta por seguir unida aun cuando la realidad se escape a los esquemas y la vida presente complejidades desconcertantes.
Los actores demuestran una gran solvencia en un trabajo exigente, en el cual tienen que mantener el ritmo sin respiro, para seguir un guión que por momentos amenaza con volverse un tanto tedioso.