“El nombre” entretiene igual que en el teatro
Justa coincidencia y refuerzo mutuo: la misma obra teatral que en estos momentos se representa en una sala porteña, según versión de Fernando Masllorens y Federico Gonzalez del Pino dirigida por Arturo Puig, aparece en cines locales según versión adaptada y dirigida por su propio autor, Matthieu Delaporte, junto a su socio Alexandre de la Patelliere, y con el elenco original casi idéntico. Vale decir, los papeles que acá hacen Germán Palacios, Mercedes Funes, Jorgelina Aruzzi, Peto Menahem y Carlos Belloso, los vemos representados en pantalla por, respectivamente, Patrick Bruel, Judith El Zein, Valérie Benguigui, Charles Berling y Guillaume de Tonquedec, sus creadores, salvo Berling que llegó después en reemplazo de Michel Dupuis.
La película luce pocas diferencias respecto a la obra teatral. Un ejemplo, la introducción dicha por un actor de cara al público aparece en off y bien aireada por una rápida recorrida semiturística a través de fúnebres calles parisinas. Lo de fúnebres, porque están dedicadas a personas cuyo destino hoy trae malos recuerdos. Y ahí ya vamos entrando al tema, y a los personajes, que van a discutir, precisamente y apresuradamente, el futuro nombre de una criatura recién engendrada. ¿Cuál será su destino, a qué santos o demonios habrá de evocar su solo nombre?
El final, que se rie de estas preocupaciones aunque sigue atado a ellas, tampoco está dicho por un actor frente al público, y tiene un lindo plus para el espectador veterano: la aparición especial de Francoise Fabian, todavía hermosa y elegante. Claro que el grueso del relato sigue concentrado en un living. Esto puede molestar a los quejosos, pero la amplia variedad de enfoques y la contínua seguidilla de réplicas graciosas hacen olvidar la supuesta "falta de esencia fílmica". Acá lo interesante es lo que dicen, cómo lo dicen, y en qué berenjenal se meten dos parejas y un colado que se conocen desde hace años, que cultivan las buenas maneras, y que un día dejan que salte la térmica, cargada de prejuicios y reproches, todo a partir de algo que ni siquiera es definitivo.
En resumen: elenco impecable, puesta dinámica aun respetando el tiempo original de la obra, situaciones divertidas para quien las mira de afuera, más divertidas cuanto más serios se ponen los personajes, y un buen material de reflexión para todo el mundo. Para interesados también circula otra inteligente comedia francesa referida al peso de los nombres, "Le nom des gens", que acá se estrenó como "El significado del amor" (la del afiche de Sara Forestier con la colita al aire).