El nombre

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Un soporífero título que apenas causa gracia.

Los argentinos tenemos un largamente documentado affaire con el cine francés. Desde La Jaula de las Locas, La Cena de los Tontos y El Placard, los distribuidores siempre han estado con el oído atento a que comedia la rompe en Francia, para así traerla a la Argentina y probar suerte. Con Le Prenom todo parecía dado para que la cosa se vendiera sola: Está basada en un éxito teatral descomunal ––que actualmente goza de una versión argentina dirigida por Arturo Puig–– y su adaptación pareció correr la misma suerte; al extremo de estar nominada a 5 Premios Cesar, el Oscar Francés.

Pero hay una cosa que no tuvieron en cuenta. Algo que muchos olvidan: el simple y sencillo hecho de que la comedia, a pesar de contar con instancias donde funciona universalmente, muchas veces puede llegar a ser estratificada. Es decir que el humor puede arraigarse tanto en lo autóctono que se corre el riesgo que el chiste se pierda.

¿Cómo está en el papel?

Es la historia de un matrimonio, conformado por un profesor universitario muy elitista y una profesora de colegio secundario más buena que Lassie, que recibe la visita del hermano de esta última, un cuarentón con un frondoso éxito financiero, y su mujer, con quien esperan su primer hijo. Sumado a la visita del hermano de la mujer del primer matrimonio, surge la pregunta: ¿Qué nombre llevara el chico?. La respuesta a dicha pregunta es la base del desarrollo de la obra.

Aunque el nombre que se da a conocer es carne de cañón para dar cuerpo a la película, y lo hace, es una discusión larga y aburrida que no causa nada de gracia y apenas genera unas risitas. La trama se aleja tanto ––y prueba ser tan poco funcional–– del conflicto principal, que usa la subtrama mas como un Plan B que como un recurso narrativo hecho y derecho.

Una cosa que no queda clara es el tema; se supone que los franceses tienen un dominio temático excepcional. Bueno, puedo decirles de cientos de títulos del país galo que pueden confirmar con celeridad dicha reputación; este difícilmente entre en ese grupo. Primero, y haciendo honor a su título, habla del significado del nombre, el peso que tiene en la vida de uno; literal, metafórica e históricamente. Luego traslada todo a una subtrama romántica donde “el amor no tiene edad” y bla bla bla.

Pero lo peor de todo, es que esta película esta terriblemente sobreintelectualizada, cosa que inicialmente se deja pasar por ser un recurso que establece el verosímil del entorno en el que se mueven los personajes. En Francia puede funcionar, pero en la Argentina solo lo puede captar alguien que haya vivido en Francia y haya hecho un doctorado en La Sorbona.

¿Cómo está en la pantalla?

La puesta en escena es sencilla, buena fotografía, buena composición y montaje prolijo. Los cinco actores entregan muy buenas interpretaciones; aunque destaco a Charles Berling, ya que su intelectual neurótico es el que genera muchas de las risas de la película.

Conclusión

Una obra teatral sobre un tema muy simple, cuya narrativa fue estirada innecesariamente para ajustarse a las dimensiones cinematográficas. Se distrae muchísimo del conflicto principal para ahondar en banalidades que, si bien retratan el grado de confianza que se tienen los personajes, aburren al espectador porque no hacen avanzar la historia. Si quiere ver una película, basada en una obra de teatro, con pinta más de charla de café que de drama, mire Un Dios Salvaje. Ahí por banales que sean las conversaciones, nunca se pierde de vista el conflicto principal; que lamentablemente es lo que ocurre aquí.