Cuando el trabajo lo es todo
Después de haber visto a un insomne tan consumido como el de "El Maquinista" (de Brad Anderson), cuesta creer que el protagonista de esta película atraviese una situación similar. Apenas pálido, algo ojeroso, y de reacciones muy lentas, hace tiempo que Eloy (Ignacio Toselli) no duerme. Su trabajo lo sobrepasa, él es un notificador del poder judicial y su tarea consiste en entregar cédulas judiciales a personas que tienen algún juicio o causa abierta, para informarles sobre ese tema. La cédula debe entregarse a toda costa, algo que trastorna a Eloy. El filme consiste en acompañar al protagonista cuando se acerca al momento clave en este derrotero obsesivo (por el trabajo y la pesada mochila en la que transporta sus cédulas) que ya lleva años, y en el transcurso del cual se ha alejado de su pareja, el resto de las personas, su vocación, y casi su vida entera.
Si bien hay algunas líneas con un humor interesante, no dejan de ser destellos aislados en una película en la que predomina la opacidad. La imagen no es de gran calidad, y no hay nada que luzca demasiado en los rubros técnicos. Eloy va y viene por la ciudad entregando sus papeles, y entra en contacto con algunas de las historias detrás de ellos, sin embargo esto desdibuja aún más la intención de la película. Ese deambular constante comienza a aburrir a la media hora de comenzado, y no logra revertir esa sensación en su desarrollo. Ignacio Toselli logra una acertada composición de este joven atribulado por el cansancio y las presiones, pero su trabajo no alcanza para mejorar un guión chato.