EL director belga Jaco van Dormael -"Toto el héroe", "El octavo día", "Mr. Nbody"- propone una singular, ingeniosa y mordaz película combinando la comedia, el drama, la fantasía y humor irreverente, para una historia cuyo disparador es que sucede cuando el hombre vuelve a tomar conciencia de su propia muerte, pero explotado de forma cómica y poética.
Contada en clave de fábula fantástica, con ingenio, humor irreverente, gags más lúdicos que subversivos y sin excesivas pretensiones intelectuales, El nuevísimo testamento plantea que Dios existe y vive en Bruselas, en un pequeño piso con su esposa sumisa -Yolande Moreau- y su hija muy rebelde Ea -Pili Groyne-, bajo el aspecto de un irascible padre de familia -protagonizado por el gran cómico Benoît Poelvoorde-, desaliñado, malhumorado, odioso y patético, que bebe y maldice permanentemente a todo el mundo y se divierte creando leyes en su computadora para amargar la existencia a la humanidad.
Pero un día, harta de sus injusticias y maltratos, Ea se rebela a su padre y con la complicidad de su hermano mayor Jesucristo -cuya presencia se reduce a una imagen sobre un ropero que solo habla con la niña- decide ofrecer una nueva oportunidad a la humanidad y de paso fastidiar a su padre. Para ello hackaeará la computadora que rige los destinos del mundo enviando un SMS a los celulares de todos los seres humanos revelando el tiempo que les queda de vida, e huirá a la ciudad en busca de redactar un nuevo Testamento con seis nuevos apóstoles, variopintos y marginales, que se sumaran a los 12 conocidos -para hacer feliz a su madre ya que el equipo ideal es el de béisbol con dieciocho jugadores-, y así corregir las mezquindades de su padre instaurando una nueva era bajo el signo de lo femenino e inclusivo.
Tras la humanización irreverente de Dios y una versión condensada -e hilarante- del Génesis, el relato dará lugar al conflicto central y éxodo de Ea en un divertido y cínico replanteamiento de la trascendencia del tiempo, del sentido que cada quien puede darle a su paso por la vida, y de la honestidad con los propios deseos. Y cómo la falta de libertad para dibujar el propio futuro y lo absurdo de cómo vivimos la mayoría nuestra existencia, sale a la luz cuando somos realmente conscientes de lo que indefectiblemente nos aguarda, más tarde o más temprano.
El relato se va enriqueciendo con las seis historias que a veces se tocan y entrecruzan y es capaz de utilizar la voz en off conjuntamente con bellas imágenes oníricas -recuérdese esas dos manos buscándose y encontrándose-, con cierto barroquismo visual, vestuario y decorados llevados al límite, para explotar la teatralidad que los actos más cotidianos de la vida nos proporcionan y mostrando en imágenes cualquier pensamiento que se pronuncie, o sueño que un protagonista tenga. Todo sumado a una gran selección musical -desde Handel, Rameau o Purcell hasta la canción "La mer", de Charles Trenet- que toma verdadero protagonismo y se convierte en uno de los elementos más entrañables y simbólicos de la película.
El nuevísimo testamento guarda ciertos parecidos con Amélie, de Jean-Pierre Jeunet, en cuanto en su estética y realismo mágico, y a Micmacs y Delicatessen, también de Jean-Pierre Jeunet, respecto al humor corrosivo e inteligente.
A pesar de poseer personajes estereotipados, el encanto y naturalidad de Pili Groyne -galardonada en Sitges-, interpretando esa niña que vive casi en el anonimato a causa de la fama de su hermano y que creara su propia historia y legado con su cómplice más tierno, un niño que anhela terminar sus días cambiando de sexo; la gran composición de Benoit Poelvoorde como el Dios malhumorado, violento y casi perverso; acompañado de la infalible Catherine Deneuve y la reconocida actriz francesa Yolande Moreau, se encargan de justificarlos con acierto.
Jaco van Dormael aprovecha para reflexionar sobre la evolución, el futuro y las nuevas tecnologías -El hecho de que sólo los que dispongan de móvil y puedan recibir un SMS de Dios tendrán sus días contados-, sin tomárselo demasiado en serio y dándose el lujo de jugar con los roles de género, de burlarse de ciertos prejuicios y posturas religiosas, amén de evidenciar lo absurdo de algunas interpretaciones que se hacen del libro sagrado.
A pesar de cierta cursilería sobre el tramo final, que no alcanza a empañar ningún aspecto del film, El nuevísimo testamento refresca la pantalla con un cine original, divertido, políticamente incorrecto y estimulante tanto visual como argumentalmente, que a manera de fabula nos recuerda que sólo seremos conscientes de saber qué queremos si lo somos, también, de que nuestra vida es finita.