Una idea genial, y lo que la sigue
Dios vive en Bruselas y maltrata a su hija, que se venga enviando a todos los humanos su fecha de muerte.
Cuando una película parte de una idea genial, todo lo que siga por lo general tiende a disipar el entusiasmo, porque las expectativas se acrecientan y las realizaciones (básicamente, la continuidad de la idea en el guión) no suelen mantener un nivel tan alto de sorpresa.
Algo de esto sucede con El nuevísimo Testamento, del belga Jaco Van Dormael. Dios vive, tiene una casa en Bruselas, es un déspota que maltrata a su esposa sumisa y a su hija Ea (su otro hijo, de iniciales J.C., falleció…), y la pequeña decide vengarse. ¿Cómo? Ingresa a la computadora de su padre y le envía a todos los hombres y mujeres del mundo la fecha de su fallecimiento por mensaje de texto.
Y en la Tierra se desata el caos, o algo parecido. Si usted supiera que le quedan 3 días de vida, ¿seguiría trabajando? Muchos cambian su forma de vida, y Ea, que escapó de la casa a través del lavarropas (hackeado por J.C.) va en búsqueda de sus propios apóstoles, que serán seis, y de lo más extraños.
Lo dijimos más arriba, el desarrollo no está a la altura, pero permite entre tanta irreverencias algunas sonrisas (un personaje, sabiendo que no va a morir, se lanza de un avión sin paracaídas; una apóstol, -Catherine Deneuve- deja a su marido por un gorila; otros apóstoles son un niño por morir que desea ser una niña, un obseso sexual, y así).
Que Dios salga del lavarropas y sea apaleado por medio mundo, desde homeless hasta por un cura, no deja de ser una rareza. Como las muchas que ofrece este filme, bastante distinto a todo lo que suele estrenarse comercialmente entre nosotros.