El nuevísimo testamento

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

UN DIOS COTIDIANO Y VULGAR

En el Informe sobre ciegos su protagonista, Juan Pablo Castel, se preguntaba acerca de la existencia de Dios y como podía esta ser compatible con las calamidades del mundo. Una de las respuestas que ensayaba postulaba que “Dios existe y es un canalla”. Una respuesta que tal vez podría convencer al realizador Jaco Van Dorael, por lo menos de lo que surge viendo El nuevísimo testamento”.

Pero lo canallesco que el director belga muestra en el Dios de su película no tiene que ver con la tiranía de un monarca despótico como denuncian los ángeles rebeldes de El paraíso perdido sino con la mezquindad banal de un Dios cotidiano y vulgar en el sentido más prosaico y hasta berreta. Este Dios, que vive en Bruselas pero jamás se le ocurrió pisar la calle, que vive y trabaja encerrado en una casa con una esposa a la que somete y una hija a la que maltrata psicológica y hasta físicamente, es una criatura egoísta y cruel, sin otro poder que la sartén por el mango que le otorga su acceso a decidir a través de una computadora el destino de los seres humanos. Criaturas estas a las que creó por mero aburrimiento y a los cuales se divierte en torturar con desgracias arbitrarias y leyes exasperantes que no son otras que las archiconocidas leyes de Murphy. Esta situación de oprobio se trastoca con la rebelión de Ea, la hija maltratada de Dios que poco antes de huir del hogar paterno le intervine la computadora y le envía a todos los humanos la fecha de su muerte y la cuenta regresiva del tiempo que les queda sobre la tierra, con el consiguiente descalabro global.

El nuevísimo testamento es una película que funciona a partir de una premisa, una idea que se puede formular en forma de preguntas: ¿Qué pasaría si supiéramos la fecha de nuestra muerte? ¿Cambiarían en algo nuestras vidas? ¿Daríamos un vuelco o seguiríamos como hasta ahora? Son estas preguntas existenciales. Y claro, esto no es Bergman, pero ahí están los grandes temas: la existencia de Dios, la muerte, el sentido de la vida. Y hay que reconocerle a Van Dorael el coraje de meterse con temas a los cuales la mayoría de los realizadores actuales le huye como a la peste. En ese abordaje tiene la inteligencia de aligerar la pesadez de esos grandes temas con el permanente ida y vuelta con lo cotidiano y trivial. Y también en apoyarse en el humor, un humor absurdo, seco, a cara de perro y mala onda. Hay además un uso ingenioso de ciertos recursos que hacen a la incorporación de lo contemporáneo: El mensaje con la fecha de muerte llega por mensaje de texto, Dios maneja todo a través de una PC hogareña, y el fenómeno de filtración es bautizado mediáticamente como Deathleak, en obvia referencia a Julian Assange y sus wikileaks.

Le tout nouveau testamentLo más interesante del film viene por el lado de la propuesta visual, que está siempre ofreciendo una puesta cuidada y no naturalista. Una imaginería y una estética que se nutre del grotesco y también del comic adulto europeo, y que está emparentada con el universo de directores como Jean-Pierre Jeunet o un Tery Gillian menos sacado.

La premisa es efectiva en principio y hace que el relato avance con interés, pero también da muestras de agotamiento cerca del final. La idea da para cierto abordaje filosófico existencial pero también para coquetear con la lección de vida, mientras el tono se va ablandando y poniendo sensiblero y ñoño. El retrato de los personajes es, por otro lado, bastante simplista y maniqueo, claramente dividido entre los personajes inocentes y los deleznables.

La salida que se desprende finalmente es la de reiniciar en tanto barajar y dar de nuevo, reescribir un nuevo testamento basado en el libre aalbedrío No hay nada de malo en ello, son visiones, pero es notoria la distancia entre la propuesta inicial, más escéptica y oscura, y la que termina imponiéndose como una mirada optimista y hasta naif.

EL NUEVÍSIMO TESTAMENTO
Le tout nouveau testament. Bélgica. 2015.
Dirección: Jaco Van Dormael. Intérpretes: Pili Groyne, Benoît Poelvoorde, Yolande Moreau, Catherine Deneuve, Laura Verlinden, François Damiens, Serge Larivière. Guión: Jaco Van Dormael, Thomas Gunzig. Fotografía: Christophe Beaucarne. Edición: Hervé de Luze. Música: An Pierlé .Duración: 114 minutos.