En su último film, el realizador belga Jaco Van Dormael vuelve a trabajar con un tópico que lo atrapa desde sus anteriores realizaciones, la fe. En esta oportunidad ha imaginado un universo particular en el que una niña cansada de sus padres decide avanzar en destruir el orden establecido.
No es un dato menor que el padre de esta niña es Dios, y que su particular mirada sobre la existencia del hombre ha sido tan transformada desde que decidió alejarse del hogar en “El nuevísimo testamento: Dios atiende en Bruselas” (2015).
Con una mirada cínica sobre la trampa en la que la sociedad se ha transformado, un lugar en el que el respeto por el otro se ha perdido y las diferencias no existen como entidad indisoluble de los hombres, Ea, la protagonista, decide aceptar el desafío impartido por su hermano (Jesús) para sumar varios apóstoles y así terminar por configurar un nuevo orden.
Desatendiendo a la prohibición de acercarse al cuarto en el que su padre mantiene un enorme archivo sobre los hombres y una vieja computadora funciona como centro de atención y dirección de enmiendas y leyes, la niña trastoca esos “mandamientos” para poder, convocar a un nuevo testamento que direccione todo.
Pero la tarea no será fácil, primero deberá robar los archivos de los nuevos apóstoles, hombres y mujeres de carne y hueso, cada uno con sus particularidades, que además se presentan como seres inaccesibles.
Antes de contactarlos decidirá revertir el poderío de Dios sobre la Tierra enviándoles a todos los seres humanos la próxima fecha de defunción de cada uno, para, así, delimitar su campo de acción con cada uno de ellos.
Ante la finitud de sus existencias, muchos deciden aceptar la noticia de manera natural, por lo que Ea debe actuar rápido para que su mensaje de aceptación, amor, felicidad y, principalmente, de ser uno mismo, tenga efecto antes que Dios también se apersone en Bruselas y decida tomar parte en el asunto.
Visualmente atrapante, pero con algunas lagunas en la narración, “El nuevísimo testamento: Dios atiende en Bruselas” marca un loable esfuerzo por parte del director para elucubrar una historia contemporánea en la que la religión es sólo la excusa para reflexionar acerca de la razón de ser del hombre y su comportamiento.
Como un catálogo furibundo de fobias, manías, y, principalmente, de conductas y estereotipos, en la búsqueda de Ea de los nuevos apóstoles hay también una búsqueda iniciática que repercute en una experiencia épica para ella y todos aquellos a que contacta.
Un asesino, una bella mujer con un defecto, otra abandonada a su suerte que decide emparentarse con un animal para ser tenida en cuenta, un niño al borde de la muerte que quiere sentir la vida de otra manera, son sólo algunos de los personajes con los que Van Dormael apunta a quemarropa al espectador para hacerlo tomar conciencia de la importancia de respetar y ser respetado en un mundo cada vez más vacío. Mención especial para Catherine Deneuve y su divertida interpretación, síntoma de una clase particular y su subversión.