Policial negro con todas las letras
Protagonizada por un excelente George Clooney, la película tiene ecos del cine negro y también de los westerns de Sergio Leone al acercar el retrato de un hombre, que se va desdibujando en un borroso espacio de vacío existencial.
A sus cuarenta y nueve años el nombre de George Clooney sigue siendo motivo de gran atracción entre los públicos de diferentes sectores. Igualmente, su figura ha sido definida en función de un concepto (que el actor rechaza) de galán y su vida privada hoy ha abierto un circuito de intercambio de breves notas que pueblan las pantallas de Internet. En este momento de su vida, el actor, sobrino de la reconocida y exitosa cantante de los años 50, Rosemary Clooney, presenta una extensa trayectoria fílmica que parte de fines de los años 80. Actualmente tanto él como el siempre crítico Sean Penn colaboran en proyectos humanitarios y las declaraciones de ambos revelan una fuerte y polémica actitud contestataria.
En este momento de su vida, Clooney aceptó interpretar el rol de un asesino profesional en los días previos a su retirada; más aún, él mismo fue coproductor de este film que de ninguna manera se puede igualar a lo que a veces la publicidad despierta en el orden de las expectativas; ya que aquí estamos frente a un policial negro, de clima intimista y de perfil existencial, lo que nos lleva a pensar en algunos films que lo preceden del cine estadounidense y particularmente, tal vez, del cine de Jean Pierre Melvilla de quien elijo el texto de apertura de su film del 67, El samurai, interpretado por un abatido y ajeno Alain Delon: "No hay soledad más profunda que la del samurai, excepto aquella que la del tigre en la jungla".
Y si pensamos en esta cita, si volvemos a la mediana edad de este personaje interpretado por George Clooney, quien puede transmitir por igual la comedia y el drama, como el film de aventuras, y si lo ubicamos en el espacio del género negro nos volvemos a encontrar ahora con esta historia reflexiva, que se interna en tiempos demorados, que pone el acento en una espera sin fin. George Clooney compone a este personaje, asesino por encargo, aún sin nombre, que sobrevuela fugazmente el encargo de un último plan, de una última operación, antes de retirarse definitivamente de la escena.
De Suecia a Italia, de un lugar alejado del país nórdico, donde falla un plan, a un pequeño lugar de los Abruzos, pasando ocasionalmente por Stazione Termini de Roma y alrededores. Escondido, con otro nombre, y otra profesión, con su mariposa tatuada bajo el cuello, este hombre que pasea su mirada vagabunda por antiguos espacios está a la espera de una última indicación, mientras prepara y construye meticulosamente un arma que encontrará otro destino.
Podemos pensar, quizá, que el mismo clima del film nos lleva a evocar aquellos westerns de jinetes solitarios que cabalgan entre desfiladeros y llegan a pueblos fantasmas. O establecer, tal vez, un nexo con el mismo espíritu nostálgico de los films de Sergio Leone, tal como en Erase una vez en el Oeste, del mismo año que El samurai. Y es que estando el personaje en un bar de este pueblito de los Abruzos, en el que ya se comienza a armar el preparativo de una procesión, ve algunas imágenes que se emiten por tevé del film de Leone, mostrándose en primer plano el rostro de aquel icono del cine, Henry Fonda. Americano como él, el personaje misterioso y anónimo del film que se ha estrenado esta semana, espera.
Basado en la novela A very private gentleman de Martin Booth, El ocaso de un asesino es un relato que está construido, no ya por suma de acciones, sino por miradas y silencios, como podemos reconocer en algunos films de Clint Eastwood, John Huston y ciertamente en tantos films de la serie negra. Ya en este lugar soleado de la Italia central, en un pueblo casi escondido, el ahora fotógrafo sigue de cerca aquello que ahora definirá su otro nombre, un seudónimo, que estará enmarcado por su casi espectral presencia. Es en este lugar, de la región de Castel Del Monte, donde comenzará a acercarse al viejo cura del lugar, interpretado por el actor Paolo Bonacelli, una de las prostitutas, Violante Placido y un joven mecánico, rol que asume Filippo Timi, el protagonista de esta eximia obra de Marco Bellocchio, Vincere, en su doble rol de Mussolini padre e hijo.
Se puede pensar el crescendo del film desde uno de sus componentes básicos en la estructura de la trama, desde la manera paciente, desde el diseño milimétrico, del armado, paso a paso, de un arma. Mientras tanto, se aguarda recibir una orden, y en la espera se confirman el peso de tantos secretos y del sentimiento de culpa. Mientras veía el film pensaba en algunos momentos de finales de la antológica obra de Michelangelo Antonioni, El pasajero, de 1974, ambientado en éste, su último tramo, en silenciosos parajes de la zona de Málaga. Pensaba en la inminencia de lo que iba a acontecer allí y ahora estaba frente a George Clooney, como Signore Farfalla, enfrentado a su propio rostro.
Más que recomendable es el film de Anton Corbijn, este realizador holandés, autor de numerosos videos musicales. Más que destacable es la actuación de George Clooney, (como la del elenco en su conjunto) quien defiende su condición de actor dramático, en esta historia que pide disculpar algunas cuestiones de verosimilitud y que nos acerca el retrato de un hombre, que se va desdibujando en un borroso espacio de vacío existencial.