Esta realización, cuya traducción literal del título original es “El Americano”, cuyo protagonista casi absoluto es el actor nacido en Kentucky George Clooney, plantea una gran paradoja.
Esos dos componentes (el nombre del filme y la nacionalidad del actor, en este caso también coproductor), son los únicos elementos que tienen alguna relación con el cine de hollywood.
Todo lo demás es típicamente europeo. Narra la historia del intento de redención de un sicario, realizando lo que él decidió, dando aviso a su jefe que sería su último trabajo.
Las primeras imágenes prometen una cosa, parece que estaremos frente un thriller clásico, plagado de acción, tiros, bombas, persecuciones alocadas, pero el resultado es otro.
Por momentos parece acercarse narrativamente del clásico francés “El Samurai” (1967), que narraba las desventuras de un asesino a sueldo perseguido por la policía, en el que su director Jean Pierre Melville hace un uso magistral de la imagen y el color, prescindiendo de los diálogos. Lo mismo sucede con el filme dirigido por el fotógrafo holandés Antón Corbijn. En la producción francesa el actor era el símbolo sexual masculino de la época, Alain Delon, y ese podría ser otro punto de contacto, ya que George Clooney, 40 años después, esta colocado en el mismo lugar.
La gran diferencia es que “El Ocaso de un Asesino” esta más sostenido por la actuación que por la imagen, que también es de una manufactura increíble, en este caso ayudada por los paisajes de las locaciones.
Lo dicho anteriormente, el resultado es un film intimista, de personaje, reflexivo, que en el camino, y oculto en un pueblo montañés de Italia, se cruzan con Jack (George Clooney), un cura y una prostituta. El Padre Benedetto (Paolo Bonacelli) que lo reconoce como forastero que no sólo se esta ocultando, sino que además oculta un secreto. Pero que a su vez esta jugando a lo mismo, sólo que desde hace muchísimos años y por otros motivos.
La bellísima prostituta Clara (Violante Plácido), cuya unión con el personaje del sicario esta dada por el deseo de dejar también esa vida. Con el primero tendrá charlas profundas pseudos-filosóficas y con la segunda irán construyendo una historia de necesidad de afecto reciproco.
Todos estos elementos quedan subordinados a la imagen y no a la construcción del relato, esa certeza que tiene Jack de ser el blanco de otro asesino, pero que termina haciéndose moroso y previsible.