Adiós a las armas
No por casualidad el apodo de George Clooney en este film europeo dirigido por el holandés Anton Corbijn (aquel de Control) sea señor mariposa. Podría decirse que Eduard o Jack o vaya a saber quién se encuentra en la etapa de crisálida antes de transformarse en mariposa porque hace un tiempo largo que sus alas están atadas a su rutina de asesino profesional y su progresiva infelicidad lo hace cada vez más vulnerable y contenido en su propia coraza de frialdad y pragmatismo.
Sin embargo, todo se precipita cuando el último trabajo en Suecia no queda del todo terminado y deja algunos cabos sueltos que obligan a nuestro antihéroe a refugiarse en una constante huida que termina por estancarlo en Abruzzo, un pueblito de Italia donde pretende hacerse invisible o por lo menos despistar al entorno bajo la apariencia de un fotógrafo.
Desconfiado hasta del vuelo de una mosca; celoso de las miradas locales y con los ojos bien abiertos a la espera de la llegada de un verdugo -pese a tener contacto telefónico con el hombre que le encarga los trabajos-, el señor mariposa comprende perfectamente que su situación de blanco móvil es prácticamente una condena de la que tarde o temprano deberá hacerse cargo. Mientras espera una resolución de su situación se mantendrá ocupado estudiando el terreno y tratará de hacer todo lo posible para retirarse sin una bala en el medio de la frente.
Si bien desde el principio resulta bastante predecible el derrotero de esta trama sólida -y sobria al mismo tiempo- que descansa en la actuación de Clooney y acusa su origen literario desde el minuto cero, El ocaso de un asesino es un buen ejercicio de estilo más que una gran película como pudieran serlo las de los 70, referencia obvia al tomar en cuenta el tratamiento y ritmo elegidos por el director holandés.
No obstante, el film se toma su tiempo en la construcción de los personajes y maneja con prolijidad el sembrado de la información para ir ordenando un relato lineal sin sorpresas pero bien narrado, haciendo abuso tanto de la belleza natural de los paisajes como del innegable carisma del actor norteamericano en un papel que en apariencia no le exigió mucho esfuerzo compositivo.