Silencios y Estampas
“No creo que Dios esté muy interesado en mí, padre”, responde el huraño personaje de George Clooney ante la propuesta de confesión de un cansado sacerdote, disparando una frase exquisita, potenciada por ser su emisor un personaje cuyo principal rasgo es, paradójicamente, su escueta verborragia.
Disculpen el reduccionismo, pero consideró que El Ocaso de un Asesino (inexplicable traducción de The American) es una película sostenida por dos pilares únicos, pero no por eso menos sólidos: la soberbia fotografía y el empleo de los silencios.
Anton Corbijn, de una prolífica carrera como director de videoclips y fotógrafo de músicos, crea con su segundo largometraje un thriller intenso, consistente, pero principalmente, consecuente con sus aptitudes y talentos. La película transcurre a través de una sucesión interminable de logrados planos, en los que la Italia profunda hace gala de su añeja belleza. La cámara propone un deleite audiovisual que sin embargo, no nos aparta de un argumento sencillo, pero solventado por la interacción constante e inteligente que Corbijn crea entre “lo que se ve” y “lo que se dice”.
Y aunque esto suene obvio, es una práctica de la que no todos los directores salen airosos. El director consigue que los lugares en los que transcurre la trama, sean una suerte de personaje más en la película. Cada uno de sus paisajes, de sus edificios, de sus lugares más secretos, luminosos, bellos y lúgubres, cumplen una función narrativa sostenida en el carácter que les aporta el pulso firme de un director que sabe exactamente donde lanzar sus dardos.
Paolo Bonacelli esconde secretos debajo de su sotana, al igual que Clooney
Paolo Bonacelli esconde secretos debajo de su sotana, al igual que Clooney
George Clooney construye un personaje que recuerda al insomne policía de Clive Owen en The International, aunque claro, parado en la vereda opuesta, en la de los “chicos malos”, pero también frío, impiadoso, calculador, malhumorado y de pocas palabras. Con una humanidad que se deja entrever en dosis muy pequeñas, casi imperceptibles y que lo convierte en una figura interesante, aunque para nada novedosa, que obtiene sus mejores momentos en la interacción con Clara -prostituta romántica de la que procura enamorarse- y Paolo Bonacelli, un cura anciano del que brotan los diálogos más destacables de la cinta. Diálogos anclados por silencios perfectamente ubicados. Por miradas, gestos, muecas, besos, sonrisas, asesinatos, investigaciones y secuencias completamente mudas. Momentos que permiten que emerja la figura de la imagen, evidenciando el impecable trabajo de Martin Ruhe, ladero de un director que definitivamente sabe a lo que juega.
Violante Placido encarna a Clara, una prostituta con tendencias a caminar por el filo de la cornisa.
Violante Placido encarna a Clara, una prostituta con tendencias a caminar por el filo de la cornisa.
The American culmina por ser una película más que correcta y hasta recomendable, que invita a no perderse los trabajos futuros de un Anton Corbijn con crédito abierto. El cine preocupado por mostrar con cierto rigor estético eso “que se ve” -y con esto no hablo de la tormenta de FX a la que nos tiene acostumbrados el planeta Hollywood- es un ejercicio siempre saludable que últimamente sólo parecía encontrarse en algunas producciones europeas. Yo, y sólo yo -en un rapto idealista- celebro que la oferta de las salas locales sorprenda con piezas de este tipo. Silenzio stampa.