Sobre la vida real
Misterioso, exultante y desbaratado es el universo de la adolescencia, o algo de eso creemos desde la orilla urbana, aunque un tanto distinto sucede en otras desembocaduras del territorio latinoamericano. Con la mirada puesta en la diversidad, El ojo del tiburón (2012), de Alejo Hoijman, se aleja de los clichés del púber de ciudad para descubrir a dos amigos de 14 y 15 años en su transición hacia el mundo adulto dentro de un remoto pueblo nicaragüense.
Maicol y Bryan cultivaron su amistad en el pequeño pueblo de San Juan del Norte, aislado en el medio del monte selvático de Nicaragua, al que solo se llega por río o mar. Estos dos adolescentes dividen su día entre dos universos: el juego y el trabajo adulto. Las veces que nadan en el río, pasean en bote o charlan recostados sobre plácidas hamacas, son intercaladas con la asistencia del mayor quien les enseña a cazar monos y chanchos en la selva, descifrar olores y sonidos, o bien pescar tiburones durante la noche cerrada.
Lo que a primera vista parece ser un documental de observación –y, en efecto, la ausencia del registro clásico de testimonios así lo caracteriza- el film redobla la apuesta al presentar una narración lúdica que roza la invisibilización de la cámara, ese ojo astuto e irreal que se inmiscuye en la vida de los otros como si de él nada pudiera percibirse, y la frontalidad del realizador en dar cuenta de su presencia al incluir breves miradas a cámara. Esa hibridación de los modos de narrar devela un enfoque más complejo y desafiante en el film, en palabras del propio cineasta: “el límite entre cine documental y ficción no debe discutirse en el territorio de lo estético, formal, sino en el de lo ético”.
Con la dosis justa de naturalidad y de disimulo cuasi actoral, los adolescentes interactúan, juegan y charlan entre ellos sin develar el artefacto ubicado frente a sus narices, a la vez que comentan los planos filmados durante el día y la idea matriz del film: “sobre la vida aquí, más que nada”, como lo define Maicol. A lo que más tarde agrega, “a ellos les está gustando la vida, les gustaría vivir aquí”, refiriéndose directamente a los mismos realizadores.
En pleno convencimiento del procedimiento documental, el cineasta replicó en su anterior trabajo Unidad 25 (2008) -premiado a Mejor Película Argentina en el BAFICI 2008- las reglas de su propio método de abordaje de lo real: no recurrir a las entrevistas ni a la voz en off para poner al descubierto la vida objeto de su película. Es su declaración de principio donde nadie se verá engañado, lo que hay allí no es puro real, es apenas un fragmento ajustado al ceñido encuadre y bajo la influencia de su presencia.