De su propia novela, casi podría decirse de sus memorias, en lo que la memoria tiene de selectivo, fabulador y nostálgico, Pablo Ramos hizo la adaptación que aquí vemos. El mismo es el narrador en off, que nos habla de una niñez de conurbano, en los bordes de Sarandí, con chicos que se la pasaban todo el día vagando como atorrantes en sus bicicletas, sin problemas, o al menos sin los problemas de los mayores, de los que convenía mantenerse lejos. Habla del modo en que los niños interpretan el mundo y fantasean con un gran momento, y también de un grave incendio, del descubrimiento de la muerte, y del fin de la infancia.
Oscar Frenkel era el hombre indicado para ilustrarla. En 2014 ambos hicieron la serie sobre escritores "Animal que cuenta", que fundía entrevistas con representaciones. Ya para entonces estaba la idea de filmar "El origen de la tristeza". La rodaron en 2015 con entusiasmo, poca plata y, en lo posible, en los mismos lugares mencionados por la novela. Pero la postproducción llevó más tiempo. Como sea, el resultado es atractivo: buena selección de páginas, imagen poética, nada empalagosa (lindo trabajo de Eduardo Pinto), el espíritu de Leonardo Favio acariciando cada fotograma, y, para tener en cuenta, una afirmación del cine de Zona Sur, que también existe, pese a todo.