Una historia diferente sobre actitudes positivas
Conservar la capacidad de asombro, la alegría y la esperanza en los niños es la única oportunidad que el mundo tiene para mantener su luz.
El mensaje de El origen de los Guardianes es claro y definido. El asunto de la trama es el "cómo" lograr tamaña meta.
Es víspera de Pascuas e inicio de la primavera en el Hemisferio Norte. Todo parece desenvolverse de la manera usual. Los niños norteamericanos corren y juegan --al igual que la mayoría de sus congéneres en el resto del planeta--, confiados de que el Conejo de Pascuas tendrá listos los huevos pintados que les serán obsequiados en la mañana siguiente.
Mientras el roedor trabaja contrarreloj, el resto de los personajes de celebración --que unos creen imaginarios y otros siguen esperando con absoluta fe--, se abocan a sus obligaciones cotidianas: el Hada de los Dientes dirige un ejército de haditas que por las noches revisan bajo las almohadas en busca de tesoros que trocan por monedas; Meme, el hombrecito de los sueños vela por el buen descanso y mejores fantasías; y Norte --Papá Noel-- prepara en su taller los regalos para la siguiente Navidad.
Cada uno cumple con la misión que les fue encomendada como guardianes de las ilusiones infantiles por El Hombre de la Luna.
Sólo un par de seres vagan por el universo como almas en pena, recluidos en el olvido: Jack Frost, un adolescente travieso, que provoca molestias con sus ventiscas, heladas y nevadas, y que congela las narices de los chicos mientras patinan y emprenden viajes en trineo. El otro es Pitch, el Coco o Cuco, un hombre oscuro que se esconde bajo las camas y busca el momento de asaltar a los chicos con pesadillas.
Ambos comparten la frustración de haber sido expulsados de las memorias durante siglos, por generaciones de chiquilines. Claro que quedan en bandos opuestos cuando Pitch amenaza con regresar y sembrar el mundo de tinieblas y Jack es elegido por el Hombre de la Luna como nuevo líder y refuerzo del escuadrón de guardianes.
El mayor inconveniente reside en que este muchacho rebelde no está dispuesto a renunciar a la libertad de hacer a su antojo, aunque sí lo inquieta averiguar por qué razón se le encomendó esta misión.
Entre las cuestiones existenciales de Jack y la lucha para evitar que Pitch se salga con las suyas, transita un relato que fue contado por Peter Rampsey con creatividad y soltura.
El director ordena el discurso visual de modo tal de explicar las circunstancias de cada personaje y sus razones de ser y hacer, utiliza flashbacks esclarecedores y equilibra los tiempos de narración.
Las secuencias aéreas y de persecución, fantásticos escenarios y nevadas inexplicables, dan sentido al rodaje en 3D, que reserva un instante maravilloso sobre el final.
Cine alegórico, dada la cercanía de las fiestas de fin de año, tiene de interesante el hecho de estar contando una historia diferente, que además les habla a los adultos acerca del sentido de mantener vivos los sentimientos, actitudes y capacidades positivas, tan propias de los niños.