Si la vida es sueño...
DiCaprio se mete en la mente y los sueños de la gente en el nuevo y avasallante filme de Nolan.
La inspiración espontánea no se puede falsificar. Esa es una de las premisas de El origen , una película ambiciosa desde donde se la quiera observar. Por más que el guión en el que trabajó Christopher Nolan durante diez años esté lleno de recovecos y laberintos para hablar supuestamente y en un primer plano de los sueños, son tantos los artilugios, las vueltas de la trama, los temas que aborda –la culpa, el amor- y el avasallador despliegue visual, que la proyección de El origen puede resultar tan placentera –casi siempre- como por momentos de-sorientadora.
Cobb (Leonardo DiCaprio, siempre en el tono justo) tiene la habilidad de ingresar en la mente de la gente, cuando duerme y sueña, cuando sus defensas están presumiblemente más bajas, para descubrir sus secretos. Es un espionaje industrial. Cobb roba esa información al mejor postor. Cuando uno de estos atracos sale mal, la víctima se convierte en su próximo cliente: el japonés Saito (Ken Watanabe) le pide que le implante, le origine una idea sencilla al heredero de un imperio energético (Cillian Murphy), que está a punto de apoderarse del monopolio de la energía mundial, y es su competidor, y lo obligue, manipulando esa idea, a disolver el imperio. Cobb tiene una razón para hacerlo: no puede volver a los Estados Unidos a reunirse con sus hijos, acusado de haber asesinado a su mujer (Marion Cotillard). Saito, con sus contactos, le permitirá volver.
Hasta ahí, la base. A partir de allí, la superposición y complejización de los sueños, la lógica interna del trabajo de Cobb y los suyos, que deben “fabricar” un mundo de ensueño que parezca real para poder manejarse en él y manipular al heredero.
El éxito obtenido con Batman, El Caballero de la noche le franqueó al director londinense (mañana cumple 40 años) el acceso a realizar lo que quiera. Warner le dio 200 millones de dólares y Nolan optó por una trama que se asemeja mucho más a Memento , la obra que lo catapultó como un cineasta original, que al Superhéroe. Si en Memento (2000, hace 10 años, el tiempo que le demandó a Nolan escribir el guión de El origen ) Leonard vivía la historia –su historia- de atrás para adelante, del presente hacia el pasado porque no tenía memoria reciente, en un recuerdo dentro de un recuerdo, aquí Nolan hace que Cobb y su gente vivan un sueño dentro de un sueño… dentro de otro sueño.
Si DiCaprio y los otros intérpretes debieron leer más de una vez el guión para entenderlo, es fácil adivinar que El origen permite más de una lectura, y pide, tal vez, más de una visión. Por momentos pareciera que Nolan quisiera demostrarle al espectador todo lo ingenioso que puede ser, pero esa supuesta soberbia se astilla cuando explica en imágenes lo que los personajes acaban de decir con palabras.
El origen tiene de fondo una historia de amor –la de Cobb y Mal, vaya nombre que le tocó al personaje de Cotillard-, pero la estructura es la de un thriller de acción trepidante. No en vano los momentos más adrenalínicos tiene que ver con la “arquitectura” de los sueños (el personaje de Ellen Page, creando con su imaginación una París que, literalmente, se dobla, y más) y con las escenas de acción, que por lo general son de persecución.
Nolan tiene un poder de plasmar en imágenes grandilocuente. “No tengas miedo de soñar algo grande”, le dicen a un personaje en medio de un sueño. La mención es a un arma más potente para eliminar enemigos. Nolan hace de esa línea, como de aquélla con la que comenzamos la crítica, un leit motiv de su propio metier.
El origen es un filme fascinante, un compendio de realidades virtuales, de saltos en el espacio y el tiempo, y de virtuosismo cinematográfico. Nolan es un creador, con todo lo que eso implica: es un tipo creativo, que refresca con ideas el anquilosado mundo que ofrece Hollywood, por más que un ojo atento detecte citas, homenajes o robos a Matrix , El Ciudadano , al cine de Kubrick y más. ¿Cuántas veces usted pidió que le dejaran interpretar lo que deseara en la oscuridad del cine, en ese contrato implícito con el director, que puede guiar, orientarlo, pero en definitiva el dueño del relato es uno mismo? Los regodeos de Nolan están presentes en más de una escena, pero de eso también se trata el mejor cine: de maravillarnos y dejarnos sorprender.