El origen

Crítica de Santiago García - Leer Cine

EL MOVIMIENTO PERPETUO

El 2 de enero de 1896 -5 días después de que los Hermanos Lumière presentaran por primera vez en público esa novedad llamada cinematógrafo- nacía en Bialystok Denis Abramovich Kaufman. Probablemente la mención de ese nombre no le diga mucho al espectador de cine, ni siquiera al crítico. Pero años más tarde, en su juventud, Denis Abramovich Kaufman cambió su nombre por el de Dziga Vertov, a la par de que formaba parte de la vanguardia cinematográfica soviética. Vertov fue el creador del noticiero de cine Kino-Pravda y el director del famoso documental experimental El hombre con la cámara. A juzgar por este último film, el cambio de nombre no fue inocente, ya que en ucraniano, su nuevo apelativo tiene un significado clarísimo: trompo. En El origen, la nueva película de Christopher Nolan, un espacio muy importante del film, de hecho el plano final, es justamente un trompo. ¿Por qué Dziga Vertov eligió llamarse así y por qué la película decide colocar este objeto en el centro de la misma? La respuesta es que el trompo es una excelente representación de la idea del movimiento y el movimiento, claro está, es la esencia misma del arte cinematográfico. El cine es arte en movimiento, cuadros en movimiento (motion pictures).

Como ocurre con muchos grandes títulos de la historia del cine, en especial del cine industrial, El origen posee la particularidad de ser varias películas en una, pero como sólo las obras maestras pueden serlo, es a su vez una reflexión sobre el arte cinematográfico. Más allá de la interesante trama y de los temas implicados en ella, lo que tiene de gigantesco el film de Nolan es que, por encima de todo, la búsqueda del relato está puesta en pensar qué es el cine. Por eso la idea del trompo es trivial por momentos, un detalle leit motiv, pero también encierra el sentido final del film, la indagación profunda acerca del vínculo que los espectadores tenemos con el cine. Como ese otro Rosebud que se revelará como la “inception” en la misión de los protagonistas, el trompo puede ser la propia “inception” que Nolan quiere plantar en nosotros como espectadores. En consecuencia, al igual que las diferentes capas de la historia, queda claro que el film tiene por lo menos tres niveles claros que trazan líneas a lo largo de la trama. Por un lado la historia, el cuento que nos cuenta Nolan, por otro, los temas que de ese relato se desprenden y, finalmente, este ensayo sobre el cine. Vayamos por partes.

Christopher Nolan nació en Londres, Inglaterra, en 1970 y con siete películas entró en la historia grande del cine. A juzgar por los títulos que realizó - Following (1998), Memento (2000), Noches blancas (Insomnia, 2002), Batman inicia (Batman Begins, 2005), El gran truco (The Prestige, 2006), Batman El caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), El origen (Inception, 2010) – Nolan es un director interesado no solo en un impacto visual y narrativo contundente, sino también en plantearse en cada film una autoconciencia acerca del material sobre el cual están hechas sus películas. Preocupado por la forma, sus films tienen, a pesar de los alardes de modernidad que poseen –en particular Memento - un concepto narrativo sólido y los virtuosismos jamás atentan contra la historia que se está contando. Su gusto por la espectacularidad siempre estuvo de la mano de la búsqueda del asombro, de la sorpresa del espectador. Cuando uno entra al cine a ver una película de Nolan está recuperando de un solo golpe todos los motivos por los cuales el arte cinematográfico es tan maravilloso. No hay una sola forma de hacer cine, pero ver películas como El caballero de la noche o El origen –los dos mejores films de Nolan- emocionan por la grandeza cinematográfica que las habita, y lo que se experimenta al verlas es la sensación de que el arte cinematográfico no tiene límites. El origen elige contar su historia a muchos niveles visuales, borrando las huellas entre lo real y lo soñado por los personajes y dotando de una belleza poco habitual a esos universos que conviven en la película. Las imágenes de El origen ya están destinadas a la inmortalidad, sus escenas grandilocuentes y ambiciosas son la apuesta al gran espectáculo, a que el espectador, más allá de los temas del film, sea testigo de una narración prodigiosa y de imágenes en movimiento apabullantes. “No temas soñar a lo grande” le dice un personaje a otro en El origen. Nolan no es un cineasta temeroso.

La obsesión por retener algo que inevitablemente se ha perdido o se va a perder habita en la filmografía de Nolan, eventos que quisieran sus personajes volver a atrás y evitar que ocurran son moneda corriente. La angustia corroe sus mentes, los atormenta, los condena a un camino oscuro y solitario, aun cuando estén rodeados por otras personas. Es notorio en El origen cómo a pesar del gigantesco planteo visual y el barroquismo narrativo la trama no sea más que la búsqueda del personaje protagónico, Cobb (Leonardo Di Caprio), en su propio interior atormentado. Porque aunque los universos sean monumentales y espectaculares, la mayor riqueza posible, así como el mayor dolor, habitan en el cerebro de las personas. Los personajes de Nolan son siempre solitarios atormentados y aquí, más que en cualquier otro film de su carrera, habitamos dentro de ese universo. La amargura –no solo la sorpresa o el impacto- de ver a Mal (Marion Cottillard), alguien que ya se ha ido, volver una y otra vez, arrebatando y demoliendo la mente del protagonista es sin duda la mejor representación visual –a la vez literal y metafórica- que el cine contemporáneo le haya dado a los conflictos interiores de un personaje. No hay otro protagonista más que Cobb, y la “inception” que da título al final es totalmente banal e irrelevante frente la verdadera naturaleza del conflicto del film. Sin duda esta misión es la excusa para avanzar sobre el conflicto del atormentado Cobb. Y aunque no se puede inventar cualquier teoría acerca del film, lo cierto es que a juzgar por los resultados, toda la trama parece en definitiva una forma de rescatar a Cobb de sus propios laberintos interiores. De cerrar ese círculo que él no se atreve a cerrar sin ayuda. Es significativo que sea un laberinto circular el que al comienzo del film le resulta complicado resolver. Y a la vez es la confirmación de que no importa qué tan colectiva sea la experiencia humana, al final de cuentas todos estamos solos con nuestro cerebro y su funcionamiento, y las ideas que surgen en él son tan poderosas que en muchos casos no se van jamás, aun cuando solo sean ideas y no estén en conexión con la realidad.

“Si me dijeran: te quedan veinte años de vida, ¿qué te gustaría hacer durante las veinticuatro horas de cada uno de los días que vas a vivir?, yo respondería: dadme dos horas de vida activa y veinte horas de sueños, con la condición de que luego pueda recordarlos; porque el sueño solo existe por el recuerdo que lo acaricia” decía Luis Buñuel en su autobiografía Mi último suspiro. Los sueños son una experiencia personal, y si el propio Buñuel intentó volcarlos en un film llamado Un perro andaluz junto con Salvador Dalí, no hizo más que reforzar la idea de que los sueños son individuales mientras que el cine es una experiencia colectiva. En épocas de las vanguardias, un film de 16 minutos pudo revolucionar el mundo intelectual, pero el prodigio de aquella experiencia no podría jamás haber avanzado hasta ser largometraje con el mismo resultado. Buñuel lo entendió bien y se volvió narrativo a la hora de los largometrajes, aun en sus films más modernos y transgresores a nivel formal. No intenta El origen recrear el mundo de los sueños, sino trasladar ese universo individual a su forma colectiva, el lenguaje cinematográfico. El propio Nolan también declaró su admiración por Jorge Luis Borges –notable en la película- y de su cuento “El milagro secreto”, pero todos estos paralelos no agregan demasiado al film, sólo a su análisis, cuando de explicar la posición de Nolan como artista se trata. A sus habilidades de cineasta y a los temas que el film trata, hay que agregarle la noción de que El origen es una película sobre el cine, sobre la experiencia de ver cine. ¿Cómo pueden las personas soñar lo mismo al mismo tiempo? Pueden hacerlo en la sala cinematográfica. Nolan aclara, de todas formas y de manera inequívoca, que cada uno lleva sus ideas a esa experiencia y que por más diseñada y escrita que esté, los elementos personales siempre hacen una diferencia. El cine es sueño, y cada sueño que aparece en El origen es una nueva historia donde se pone en juego la experiencia humana. Pudiendo soñar cualquier cosa, ¿por qué el cine habría de soñar cosas pequeñas austeras, aburridas y feas? Cada uno sueña y filma lo que quiere, pero a Nolan –que es sólo un director, y no todos- y a El origen –que es sólo un film, y no todos- el estilo que mejor les cuadra es el que se plasma en la pantalla. El cine es un medio para explorar la mente de las personas, para viajar por sus angustias y sus inquietudes, para andar durante dos horas y sin riesgo por los espacios más perturbadores de nuestra existencia. El cine, se ha dicho muchas veces, es el sueño colectivo, y Nolan lo ha entendido perfectamente, y además lo declara y lo expone, como una autoconciencia admirable. En la década del 20, la realizadora y crítica Germaine Dulac escribía al referirse a la naturaleza del cine: “Está bien prolongar lo que ocurre. Pero la auténtica esencia del cine es otra y lleva consigo la eternidad, ya que procede de la auténtica esencia del universo: el Movimiento”. Por eso el tótem –el trompo en su caso- que lleva consigo Cobb no sólo tiene un valor emotivo para el personaje, sino que funciona como una reivindicación del cine como movimiento, del universo como movimiento para el realizador. No es necesario que Nolan esté familiarizado con Vertov o Dulac, siendo la esencia del cine la misma, es perfectamente normal que en diferentes épocas y países se haya llegado al mismo concepto, al mismo símbolo. Por otro lado, esto le agrega una capa más al relato, ya que nosotros estamos “soñando” la película, los diferentes sueños que vemos en el film y la película misma nos da señales de esto varias veces. “Vuelve a la realidad” le pide Miles a Cobb en un momento, como si eso nos expusiera a la realidad de que hay sueños todo el tiempo, incluso en aquello que nosotros momentáneamente vemos como realidad. Otras señales son más sutiles, como la clara similitud entre las líneas de diálogo entre Cobb y Mal, tan parecidas a Titanic, también protagonizada por Leonardo Di Caprio. Asimismo –y puede que sea sólo una casualidad- que la música para despertar de los sueños sea “Non, je ne regrette rien”, canción interpretada por Edith Piaf, y que la esposa del protagonista sea interpretada por Marion Cottillard, ganadora del Oscar por La vie en Rose, la biografía cinematográfica de Piaf, son elementos que nos recuerdan todo el tiempo la ambigüedad en las capas de realidad del relato. Y hasta el trompo que usa el protagonista para diferenciar realidad de sueño -tiene un movimiento eterno en los sueños- juega con estos límites. No vemos el final del movimiento, amenaza con cesar, pero justo en ese momento el film termina. El cine es movimiento y el plano final de El origen nos expone al hecho de que estamos viendo una película. Por eso no es exagerado, sino más bien lo contrario, afirmar que El origen nos devuelve al corazón mismo del arte cinematográfico.