¿Quien no recuerda a ese simpático oso pardo parlanchín que usaba un sombrero verde, cuello y corbata, habitaba en una cueva del Parque Jellystone junto a su fiel compañero Bubú, y le robaba las cestas de comida a los campistas?.
Quien otro sino el Oso Yogi, uno de los animales animados mas queridos de la televisión de hace cincuenta años atrás. Comenzó siendo un personaje secundario en el programa televisivo de William Hanna y Joseph Barbera "El Show de Huckleberry Hound" y terminó encabezando su propia serie en 1961, cuyo éxito televisivo dio lugar a una tira cómica publicada a escala nacional; en 1964 se convirtió en el primer personaje animado de Hanna-Barbera que debutara en los cines con “Oye, es el oso Yogi”. Desde entonces apareció en varias series y especiales de una hora de duración. Ahora regresa a la pantalla grande no solo en el formato tradicional 2D de 35 mm sino también en 3D digital, animado por computadora y combinado con personas reales mediante la tecnología live-action.
En esta nueva historia Jellystone está a punto de cumplir cien años de existencia, y en lugar de hacer los preparativos para el festejo, el malvado alcalde Brown decide cerrarlo con la excusa de que genera muchas perdidas, pero en realidad desea vender esas tierras a una compañía agrícola para salvar sus propias deudas y financiar su campaña política para gobernador. El guarda Smith, cuidador del parque, a quien el oso saca de quicio en mas de una oportunidad, deberá encontrar en una semana la solución para evitar la clausura definitiva del lugar donde se crió, y a su cruzada se unirá Rachel, una joven y bella documentalista defensora de la naturaleza, que ha venido a Jellystone a filmar a una especie local: el oso Yogi. Mientras tanto, éste seguirá intentando, con la ayuda del tierno Bubu, conseguir esas jugosas cestas de comida que tanto lo han obsesionado por años, ideando planes alocados y construyendo aparatos estrambóticos como el "Atrapa cestas 2000", una joyita del diseño aeronáutico. Pero también Yogi deberá replantearse su actitud despreocupada y un tanto egoísta si desea salvar su hábitat.
Hay dos escenas que llamaron mi atención de una manera especial: la primera, cuando Yogi, profundamente tentado a robar unas donas, imagina que es un astronauta en orbita a un planeta con forma de dona gigante, mientras se oyen los acordes iniciales y archiconocidos del film de Stanley Kubrick 2001: Odisea del Espacio; en la segunda, Yogi decide hacer esquí acuático en el lago del parque con una antorcha en la mano haciendo alarde de sus habilidades artísticas mientras el publico lo admira fascinado y de fondo suena la inconfundible melodía de esa vieja serie de televisión llamada El Llanero Solitario.
En cuanto al aspecto visual de la película, la garantía esta dada por su director, el veterano de efectos visuales ganador de un premio Oscar®, Eric Brevig (Viaje al Centro de la Tierra 3D); fue filmada en exteriores en Nueva Zelanda, en la zona de Auckland y en los alrededores de la Reserva de Whakamaru en la Isla del Norte en el Plateau Central entre Rotorua y Taupo.
En esta producción para toda la familia abunda el humor sano y fresco, a eso se le suma la parte emotiva generada en el espectador por los recuerdos del pasado, al menos eso me sucedió al verla, dándome la sensación de estar viendo el dibujo animado y no una película con personas, debido a que mantiene la esencia de aquellos queridos personajes Yogi y Bubú, perfectamente logrados mediante imágenes CG y por la interacción natural de los mismos con los actores. Para nosotros también la favorece el doblaje en español neutro, siendo la voz de Bubú la misma del dibujo animado en castellano, pero no la de Yogi aunque de todos modos no desentona; en cambio en la versión original en ingles se sustituyeron las voces de los fallecidos Daws Butler y Don Messick por Dan Aykroyd y Justin Timberlake, lo cual para nuestro oído hubiera sonado extraño corriendo el riesgo de perder comicidad al escucharlos. En este caso particular que se estrene doblada resulta un acierto. Para no perdérsela y disfrutar un largo rato.