Resulta curioso que un documental con tantas propuestas termine victima de la abundancia. Algo innegable de “El otro fútbol” es la enorme cantidad de kilómetros recorridos por la producción en el transcurso de los cuales se metió en 108 partidos de todas las divisiones y torneos del fútbol argentino, con la excepción de la primera A.
La noble intención de captar postales de la pasión por el deporte más popular de nuestro país tiene sus puntos altos en la paciencia.
El director ha logrado tomas fantásticas, como la de un hincha parado en el asiento de su bicicleta para poder ver el juego; la de una recriminación del capitán a sus compañeros por ir perdiendo 6 a 0 en el primer tiempo; o un plano general corto de un relator transmitiendo el partido a la intemperie y acodado en una estructura de cemento.
“El otro fútbol”, propone meterse en los recovecos y en los alrededores del corazón del hincha. Sucede que cada vez que el realizador cambia el escenario, o el tipo de "protagonista", a lo mejor sin proponérselo, se disparan temáticas interesantes que nunca son profundizadas, por ejemplo la visita al penal de Campana y el logro de que presos y guardias juntos participen oficialmente del torneo local.
Este recorrido termina entregando tantos testimonios e imágenes como propuestas inconclusas. Es como esos viejos albúmenes de fotos en los que entraban cuatro por cada página. Uno mira interesado y con detenimiento al principio, para luego perder gradualmente el interés a medida que se suceden las páginas.
De todos modos cabe destacar el buen trabajo de edición y post-producción, y una gran capacidad visual para componer desde los planos detalles a los generales. Es allí donde la mayoría de las imágenes cuentan algo sobre la intimidad de la pasión de multitudes.